Thursday, December 21, 2006

Asalto a la educación

Como profesor puedo entender que un alumno se resista a ser evaluado. Ellos tienen miedo a que se haga evidente que no han dedicado tiempo a aprender los temas que se discuten en clase. Pero que un profesor no quiera se evaluado eso si es algo que no puedo entender. Obviamente que es incómodo que alguien nos pida que uno como profesor demuestre que aun conoce de lo que enseña. En realidad, lo normal es que en cualquier empresa los trabajadores sean permanentemente evaluados. Para todo fin práctico nosotros los profesores también somos empleados de una universidad, un colegio o alguna entidad educativa.

Cualquier evaluación a un trabajador puede tener por lo menos dos objetivos: una primera es saber que conocimientos o habilidades si posee y cuales no; otra posibilidad es utilizar esta información dentro de un sistema de incentivos y penalidades. El gobierno ha sido claro en que la evaluación de los docentes tendrá como objetivo solo lo primero. Se ha insistido en que no habrá castigos. Porque de lo que se trata es saber que es lo que no saben los maestros de nuestros hijos y poder preparar capacitación que les permita nivelarse. El Presidente García incluso insistió en que se iba a tener mucho cuidado en que el nivel de las preguntas permita discriminar eficientemente cuales son dichas carencias. Públicamente se comprometió a que no habrían preguntas que nadie podría responder.

Nada de esto ha servido. Según las informaciones que se tienen algunos maestros robaron la prueba y luego ellos u otros la publicaron en Internet para que la baje cualquiera. Como resultado de estos hechos el examen a los docentes ha tenido que ser postergado. El SUTEP en lugar de salir a condenar los hechos y exigir que la capacitación que el Estado le ofrece a sus maestros sea más apropiada a las verdaderas necesidades de los maestros, ha preferido celebrar el hecho delictivo denunciando que han sido los propios funcionarios del Ministerio de Educación quienes filtraron

Más allá de todo este lío de si hubo robo o no creo que es importante señalar que este examen -si es que finalmente se da- sirve para mejorar la política de capacitación a los maestros en tanto y en cuanto el Ministerio sea capaz de organizar apropiadamente los cursos que permitan llenar los vacíos. Pero esto podría chocar con los incentivos más simples a los que responden una buena cantidad de maestros. Para ellos el trabajo de maestro les permite tener un horario más corto que el del resto y por lo tanto mayor tiempo libre para dedicarse a otras actividades. En muchos casos este tiempo se dedica a otro trabajo y por lo tanto mayor tiempo dedicado a capacitación puede ser un problema. Mucho más si es que estas nuevas capacidades no van a volver a ser evaluadas y peor si es que de nada vale –en términos de remuneración o algún intangible- ser mejor profesor.

Pero donde si se puede dar algún cambio es en la percepción tan favorable de los padres respecto de la calidad de la educación que reciben sus hijos. Más de 7 de cada 10 padres de niños entre 6 y 11 años que van a escuelas rurales responden que sus hijos saben leer y escribir aunque esto es claramente falso. Ojalá que los padres entiendan que la educación que están recibiendo sus hijos servirá de poco o nada. Que el esfuerzo de levantarse todos los dias y mandar a sus hijos al colegio no les permitirá a los hijos de quienes viven en situaciones de pobreza salir de la misma. En estas semanas de pelea entre el Ministerio y el SUTEP el silencio cómplice de los padres es algo que tampoco termino de entender. Ellos deberían ser los primeros en denunciar el asalto a la educación de sus hijos.


Publicado en El Comercio, Diciembre 21, 2006

Impuestos: Entre la eficiencia y la equidad

Todo impuesto es una distorsión porque separa el precio que recibe el que vende un bien o presta un servicio y el precio que paga quien consume dicho bien o servicio. Cuando usted le echa gasolina a su auto, del dinero que paga sólo una parte va al dueño de la estación de servicio. El resto va a manos del Tesoro Público. Pero alguna vez se ha preguntado usted cuánto le cuesta cobrar ese impuesto al Tesoro Público. En el caso de la gasolina la respuesta es poco o nada. Pero eso no es necesariamente cierto en el resto de impuestos.

Esta semana el MEF flotó la idea de cobrar impuestos a los intereses generados por los ahorros depositados en el sistema financiero peruano. La idea era parte de una renovación del sistema tributario peruano que el MEF quiere hacer con la lógica de hacerlo más equitativo, es decir, que paguen más quienes más tienen. Hasta aquí todo suena bien, el problema es cómo se logra dicho objetivo. Dentro de la lógica del MEF era imprescindible en la batalla contra las exoneraciones ciegas y poco eficientes cortar en ambos lados de la torta. Así como estaban dispuestos a quitar las exoneraciones que hoy tienen las zonas de selva en cuanto al pago del IGV por la comercialización de combustibles, también deberían cortarse los beneficios de la exoneración al impuesto a la renta a aquellos que generan renta a través de ganancias de capital. En palabras más simples, si tienes inversiones en bolsa, bonos, ahorros, o cualquier otro instrumento financiero y ganas dinero más allá de lo que invertiste, deberías pagar impuesto a la renta. Y la idea era gravar a todos para evitar castigar a alguna forma de ahorro en desmedro del resto. Sin duda el MEF quería ser políticamente correcto. Insisto hasta la intención sólo aplausos.

El problema está en la implementación de estas medidas. Déjenme regresar a la pregunta sobre cuanto le cuesta al Tesoro Público recaudar los impuestos. Si por alguna razón el costo fuera mayor a lo recaudado claramente no es un impuesto que valga la pena. En el caso de la gasolina, los griferos depositan en la cuenta del Tesoro Público y no se requiere de un sistema especialmente diseñado. No hay cálculos complicados que hacer pues el impuesto es simplemente una parte del precio de venta. Pero muchas veces el costo está más allá de cuanto le cuesta establecer un sistema de pago de dicho impuesto. Si pusiera un impuesto a los seguros de vida emitidos en el Perú estoy incentivando que las personas tomen seguros de vida emitidos fuera del Perú porque sólo por el hecho de firmar con una compañía peruana tendría que pagar 19% más. ¿Puede la SBS controlar compañías de seguros extranjeras que ofrezcan seguros de vida en el Perú? La respuesta es no. Si pusiera impuestos a las rentas que generan los ahorros, ¿quiénes serían los que pagan? Lo más probable es que sean los menos sofisticados en su forma de ahorrar. Entre ellos están no sólo mis abuelos sino el propio Estado. Uno de cada cuatro soles depositado en el sistema bancario es del Estado. El MEF planteó cobrar este impuesto sólo a aquellos con depósitos por encima de S/. 7,000. La respuesta lógica de cualquier ahorrista, inclusive del no muy sofisticado es eludir el impuesto dividiendo sus cuentas. Entonces el impuesto no sólo representa un costo financiero para el ahorrista sino un costo de transacción. El contribuyente incurrirá en dicho costo siempre y cuando le convenga hacerlo. En la lógica del MEF, la recaudación iba a ser tan pequeña que nadie se iba a tomar la molestia de evitar su pago, como lo que pasa con el ITF.

La primera lección en cualquier curso de política fiscal es que hay que tener impuestos equitativos pero eficientes. ¿No es que el ITF iba a forzar a que los independientes de altos ingresos paguen impuestos? ¿Quién no está pagando impuestos? La política fiscal no sólo debe ser fruto de lo políticamente correcto.


Publicado en El Comercio, Diciembre 14, 2006

Viñetas desde Arequipa

Abro mis notas de CADE y encuentro marcadas algunas frases que quisiera compartir con ustedes. La primera es sobre que tan bueno es ser un país diverso. Mejor dicho que tanta rentabilidad podemos obtener de tener multiplicidad de climas y alturas en una misma región. Si bien puede ser admirable que en una zona relativamente pequeña podamos cultivar una diversidad de productos lo que importa en realidad es pasar la prueba del mercado. Aunque está lejos de ser verdad, pero si yo pudiera cocinar sólo una porción de 30 platos distintos no podría poner un restaurante. Necesito escala de producción. Necesito un mercado interesado en pagar por mis habilidades. ¿Qué gano del hecho que puedo producir las más sabrosas alcachofas si no tengo una escala que interese al mercado? ¡Estas alcachofas no las está sembrando Picasso!

La segunda es sobre una afirmación que hizo el presidente del BID referente a que 40 de cada 100 nuevas pequeñas empresas peruanas desaparecen antes de haber cumplido un año. Es más, apenas 15 de cada 100 sobreviven tres años. El señaló que el BID estaba muy interesado en reducir esas cifras. Lamentablemente no se explicaron las causas por las cuales dichas empresas quiebran ni tampoco cual era algún punto de comparación. Buscando estadísticas encontré que en EEUU al cabo del primer año 20 de cada 100 nuevas firmas salen del mercado y luego de tres años esta cifra sube a 45 por ciento. En Canadá las cifras son 33 de cada 100 nuevas firmas no pasan el primer año y 50 de cada 100 pueden festejar su tercer cumpleaños. Ojo que los datos de Perú incluyen a empresas informales mientras que no es así en los otros dos países. Así es que pongamos un grano de sal a la comparación.

Pero lo importante es saber porqué quiebran estas empresas en el caso de Perú. ¿Es por razones macroeconómicas, por razones específicas a la industria, o son razones específicas a las propias empresas? En los estudios típicamente se encuentra que aquellas empresas de mayor tamaño tienden a ser más resistentes a los problemas iniciales. ¿Qué factores impiden crecer a las pequeñas nuevas empresas que sobreviven su primer año en el Perú? ¿Es realmente malo que nuevas empresas quiebren? De repente no evaluaron bien su proyecto, no tienen a las personas idóneas para manejar la empresa, o de repente no tienen suficiente respaldo financiero para iniciar la aventura de la empresa propia.

Una tercera es la reflexión más general sobre lo discutido en la CADE. ¿Porqué se ha avanzado tan poco en materia de inclusión en los últimos años? Ayer en la presentación del último libro del Banco Mundial el presidente García fue muy enfático en señalar -citando a Galileo- que a pesar que hay malos gobiernos, que hay malas coyunturas internacionales y demás adversidades hoy somos un país más inclusivo que el que teníamos hace 50 años. Si bien eso es indiscutible, la comparación relevante es si el Perú ha hecho más o menos que sus pares en esos 50 años. Pero si algo positivo salió de la reunión en Arequipa fue que los peruanos debemos dejar de mirar el pasado y construir el futuro. En ese sentido, en la CADE hubieron propuestas interesantes para mejorar la gestión y la intervención del Estado. Por ejemplo, Gustavo Yamada propuso retirar el velo que hoy existe entre los que optan por estudiar en las instituciones de educación superior e informar sobre el retorno de esa inversión a través de una encuesta. El Estado podría mejorar el funcionamiento del mercado educativo brindando mayor información a quienes están detrás de la oferta y de la demanda. Es momento de ver como Estado y mercado pueden complementarse en lugar de suplantarse.

Publicado en El Comercio, Diciembre 7, 2006

Monday, December 04, 2006

La CADE de los excluidos

Hoy empieza el CADE donde se discutirá sobre Inclusión y Desarrollo para Todos. La lógica detrás de todas las presentaciones de la conferencia es que el Perú es lo que hace mucho se llamaba una economía dual. Es decir, un país con dos tipos de ciudadanos. Unos que tienen un mayor acceso a mercados e infraestructura y otro grupo de la población que sólo tiene un acceso muy limitado a la potencia del mercado y a la infraestructura. El primero de ellos se beneficia notablemente cuando existe un favorable entorno internacional y puede protegerse cuando éste desaparece. Mientras tanto, el otro grupo sencillamente no la ve. Para ellos que China esté creciendo hace dos décadas a 10 por ciento sencillamente no importa. Ese mercado no es ni por asomo su mercado. En realidad su mercado es tan pequeño que sus “empresas” típicamente no tienen más de dos trabajadores incluyendo al dueño y algún familiar.

Asimismo, el grupo de los incluidos accede a infraestructura de todo tipo. Sus viviendas son parte de la red de agua y desagüe, llegan a su lugar de trabajo utilizando calles asfaltadas, se comunican por celular con sus hijos y a la noche se duermen viendo TV. Del otro lado del río, los excluidos no tienen agua o desagüe y buena parte de sus problemas de salud están asociados a ello, caminar “aquicito no más” dos horas puede ser cosa de todos los días, y sólo una pequeña proporción tienen acceso a alguna forma de comunicación. Para este último grupo la discusión para rebajar el costo de la renta básica es irrelevante. Menos de 15 por ciento de hogares rurales pobres tienen acceso a electricidad.

Leía el otro día un trabajo de dos profesores de MIT que comparaban los hábitos de consumo de los extremadamente pobres alrededor del mundo. Al igual que en el resto del mundo nuestros compatriotas que viven con menos de un dólar por día no dedican todo su ingreso a comida. Es más, usan ineficientemente sus recursos pues no compran lo más nutritivo que está a su alcance. Los peruanos destacaban entre muchas cosas porque más del 70 por ciento tenían radio y casi 10 por ciento tenía televisor. Esta última cifra sube a casi 50 por ciento si miramos los hogares extremadamente pobres que viven en zonas urbanas. Sin embargo, y por obvias razones nuestros pobres extremos peruanos son quienes tienen menos bicicletas. Además destacamos porque la principal fuente de crédito es el fiado de la tienda en el caso de los pobres rurales y los parientes en el caso de los pobres urbanos. A diferencia de lo que pensaba, son relativamente pocos los adultos que han migrado (15 por ciento) desde que nacieron o que han migrado para buscar trabajo (7 por ciento).

Mientras los primeros están preocupados por el clima de negocios, a los otros una alteración drástica en el clima puede significar una reducción abrupta en sus ingresos (por el efecto de la helada en sus cosechas) o en sus activos (mueren sus animales, o se vuela el techo que recién pusieron). Frente a esta enorme brecha entre estos mundos viviendo al interior de un mismo país la pregunta obvia es qué hacer. Me imagino que la CADE intentará varias respuestas así que no ofrezco ninguna aquí.

Termino con dos anécdotas. El otro día me contaban que Foncodes había colocado letrinas en un pueblo a las afueras de Cajamarca y la gente en lugar de utilizarlos como tal los usaba como almacén para sus herramientas pues era el único lugar con techo. Ayer, mi hermano que trabajó como médico rural por varios años, contaba que entre sus hazañas más interesantes era haber sido el primer médico en llegar a un par de distritos del Perú. Me pareció increíble que hubiera algún distrito (entre los más de 1831 distritos existentes) que jamás hubiera sido visitado por médico alguno. Me imagino que eso es lo que llamamos ausencia del Estado.

Publicado en El Comercio, Noviembre 30 , 2006