Como profesor puedo entender que un alumno se resista a ser evaluado. Ellos tienen miedo a que se haga evidente que no han dedicado tiempo a aprender los temas que se discuten en clase. Pero que un profesor no quiera se evaluado eso si es algo que no puedo entender. Obviamente que es incómodo que alguien nos pida que uno como profesor demuestre que aun conoce de lo que enseña. En realidad, lo normal es que en cualquier empresa los trabajadores sean permanentemente evaluados. Para todo fin práctico nosotros los profesores también somos empleados de una universidad, un colegio o alguna entidad educativa.
Cualquier evaluación a un trabajador puede tener por lo menos dos objetivos: una primera es saber que conocimientos o habilidades si posee y cuales no; otra posibilidad es utilizar esta información dentro de un sistema de incentivos y penalidades. El gobierno ha sido claro en que la evaluación de los docentes tendrá como objetivo solo lo primero. Se ha insistido en que no habrá castigos. Porque de lo que se trata es saber que es lo que no saben los maestros de nuestros hijos y poder preparar capacitación que les permita nivelarse. El Presidente García incluso insistió en que se iba a tener mucho cuidado en que el nivel de las preguntas permita discriminar eficientemente cuales son dichas carencias. Públicamente se comprometió a que no habrían preguntas que nadie podría responder.
Nada de esto ha servido. Según las informaciones que se tienen algunos maestros robaron la prueba y luego ellos u otros la publicaron en Internet para que la baje cualquiera. Como resultado de estos hechos el examen a los docentes ha tenido que ser postergado. El SUTEP en lugar de salir a condenar los hechos y exigir que la capacitación que el Estado le ofrece a sus maestros sea más apropiada a las verdaderas necesidades de los maestros, ha preferido celebrar el hecho delictivo denunciando que han sido los propios funcionarios del Ministerio de Educación quienes filtraron
Más allá de todo este lío de si hubo robo o no creo que es importante señalar que este examen -si es que finalmente se da- sirve para mejorar la política de capacitación a los maestros en tanto y en cuanto el Ministerio sea capaz de organizar apropiadamente los cursos que permitan llenar los vacíos. Pero esto podría chocar con los incentivos más simples a los que responden una buena cantidad de maestros. Para ellos el trabajo de maestro les permite tener un horario más corto que el del resto y por lo tanto mayor tiempo libre para dedicarse a otras actividades. En muchos casos este tiempo se dedica a otro trabajo y por lo tanto mayor tiempo dedicado a capacitación puede ser un problema. Mucho más si es que estas nuevas capacidades no van a volver a ser evaluadas y peor si es que de nada vale –en términos de remuneración o algún intangible- ser mejor profesor.
Publicado en El Comercio, Diciembre 21, 2006