Saturday, April 20, 2013

La opción más difícil


Esta semana el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) son anfitriones de los presidentes de Bancos Centrales y Ministros de Finanzas de todo el mundo para compartir un espacio de reflexión y análisis de la coyuntura mundial.

Quisiera traer un tema que me parece de suma importancia y que aparecerá, en dos semanas, en el reporte que el FMI hace sobre la región. El FMI revisa que es lo que la región ha hecho en esta década de abundancia, debido a los altos precios de los commodities, en comparación con otros episodios parecidos.

Lo primero que encuentra es que en realidad esta ha sido una década a todas luces excepcional. Nunca se tuvo tan buenos precios de todos los commodities que la región exporta por tanto tiempo a la vez.

Lo segundo es que este aumento sin precedentes en la riqueza ha agregado en promedio a la región algo más del 12 por ciento del PBI anual por diez años.  Es decir en una década y sin hacer mayor esfuerzo en promedio los países de la región recibieron el valor de un poco más de un PBI anual. Esto es el promedio, hay países que recibieron 2, 3 y hasta 5 veces su PBI en el lapso de una década. 

Lo tercero es que este aumento de la riqueza puso a estos países en la difícil decisión de gastárselo pensando en que era permanente, o ahorrar la mayor parte porque asumieron que en realidad era algo transitorio. Cuando uno gana la lotería es claro que no volverá a ocurrir, pero en este caso es muy difícil confundir lo transitorio con lo permanente. La mayor parte de los países optó por gastárselo en mayor proporción que en episodios anteriores. Esta vez la región ahorró menos.

En cuarto lugar, este aumento de la riqueza no sólo se dio por buenos precios de los commodities, sino también por el impacto de las tasas de interés que los países pagan por su deuda externa, las cuales han estado en sus niveles mínimos. Este efecto combinado permitió que la región mejorara significativamente indicadores como niveles de endeudamiento, o el peso del pago del servicio de la deuda en los presupuestos.  

En quinto lugar, todo esto permitió que en medio de la crisis global de 2008 la mayoría de los países se aventurara a poner en práctica política fiscal contracíclica, es decir, los gobiernos gastaron más con la justificación que se podía parcialmente contrarrestar la falta de demanda externa con algo de demanda interna adicional.  Esta política por naturaleza debería ser transitoria sin embargo en la mayoría de los países de la región los estímulos no se retiraron nunca. Esto provocó que la reducción de la deuda se detuviera y en algunos países aumentó.

Las lecciones que sacamos son: (i) no podemos confiar que los gobiernos siempre escogerán ser fiscalmente disciplinados, (2) los gobiernos que enfrentan un aumento en la riqueza en lugar de cerrar las brechas de infraestructura encontrarán peores alternativas para gastar esos nuevos recursos (por ejemplo entrar a negocios previamente privatizados, política asistencial para quienes no la necesitan, etc). De repente, se debería volver a discutir en la región si debemos introducir más reglas de cumplimiento forzoso en vez de confiar en la prudencia de unos pocos a la hora de decidir si se debe seguir la opción más difícil: pensar en el futuro.  

Publicado en El Comercio, Abril 20, 2013

Sunday, April 07, 2013

La popularidad de los presidentes


Un amigo me envió un borrador de un trabajo de investigación que es muy interesante compartir con ustedes dada la preocupación por la popularidad de la pareja presidencial.  El trabajo trata de responder una pregunta que casi todos, incluidos los presidentes, nos hacemos respecto a nuestras decisiones, ¿fue mi culpa o fue mi suerte?

Una forma imperfecta de medir el desempeño del gobierno es preguntarle a la gente a través de encuestas de opinión. Esa medida es imperfecta por muchas razones. Para empezar, el gobierno puede ser un pésimo comunicador de las extraordinarias cosas que hace; o el desempeño del gobierno no es homogéneo en todos los temas. Además, las percepciones pueden tener sesgos muy grandes.

Otra opción es buscar indicadores de desempeño económico y restar lo que podría deberse a factores que no están bajo el control del gobierno. Por ejemplo, el mayor crecimiento económico podría deberse a altos precios de nuestras exportaciones. El reto es calcular que parte del crecimiento se debe al efecto de los mejores precios de exportación y restar eso del número original. 

Con esa idea en mente Cruces y Garcia-Cicco (2012) utilizan los precios de las acciones de las firmas de cada uno de los países de la región entre 1980 y 2011. Con estos precios construyen un indicador del retorno que se puede obtener de un portafolio de acciones de cada país. La razón de usar precios de acciones y no el crecimiento del PBI es que este último recoge efectos rezagados de las acciones del gobierno, mientras que los precios de las acciones no sólo reaccionan más rápido a las acciones del gobierno sino que además reaccionan a las futuras acciones que aún no ha tomado el gobierno.

Sin embargo, se necesita un punto de comparación. Para ello los autores construyen un portafolio gemelo global que tiene la misma estructura de empresas que el índice de cada país. Esto es fundamental porque si nuestra bolsa es mayormente minera deberíamos compararnos con un portafolio de empresas globales mineras y no con un portafolio de empresas de retail.

Los resultados muestran que los países que mejor lo han hecho son Colombia y Perú. Colombia logró triplicar el retorno de su portafolio gemelo, mientras que Perú logró multiplicarlo por un poco más del doble.  El trabajo además compara que gobierno logró un mejor desempeño y quien tuvo suerte. Prefiero que lo lean ustedes para que nadie se enoje conmigo. Lo cierto es que en ambos países durante la mayor parte de las últimas dos décadas se tuvo “viento de cola”. Así que el mensaje del trabajo es que no basta con subirse a la ola del crecimiento mundial para decir que uno hizo su trabajo, es mucho más que eso.

Publicado en El Comercio, Abril 7, 2012 

Saturday, April 06, 2013

Japón quiere más inflación


No hay duda que vivimos en tiempos sin precedentes en lo que a economía se refiere. Si ustedes escucharan al presidente de un Banco Central anunciar que va a duplicar la cantidad de dinero emitida en sólo dos años porque quiere conseguir más inflación sin duda le provocaría insultarlo. Sin embargo, la reacción de los mercados japoneses a este anuncio hecho por el flamante presidente del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda ha sido una de júbilo. La bolsa subió más de 2 por ciento el día del anuncio. Es importante entender el contexto para valorar la agresiva decisión del Banco de Japón que se ha comprometido en lograr llegar a una meta de 2 por ciento de inflación. Esta receta curiosamente fue sugerida por el Presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, hace 10 años. En Europa que está en peor estado, el Banco Central Europeo no termina de convencerse que necesita seguir esta ruta con igual determinación.
La economía japonesa nunca se terminó de recuperar después de su masiva crisis financiera en los noventa. Salió de ella con una deflación endémica, recesiones recurrentes y un stock de deuda que no ha dejado de crecer y ya es igual a dos veces su producción anual. Esto se explica en parte por el creciente costo de atender en salud y seguridad social a una población crecientemente mayor. De todas las economías desarrolladas Japón es la que muestra el peor pronóstico respecto a su población en edad de trabajar.  Japón tendrá en el 2050 la misma población en edad de trabajar que un siglo atrás (1950). Por el contrario, Estados Unidos la habrá multiplicado por casi 2.5 veces y Francia por 1.5 veces.
El anuncio es muy interesante porque se rompe una tradición de indecisiones sobre la política económica que había sido la constante en las autoridades japonesas. Lo típico había sido anuncios que luego eran mediatizados o completamente revertidos. Sin embargo, para que la economía japonesa vuelva a ser un motor de la economía mundial hace falta mucho más. Para empezar se debe atacar más agresivamente el desafío de reducir el nivel de deuda. Para ello Japón tiene la ventaja que es una de las economías desarrolladas con menor presión tributaria (16 por ciento del PBI) porque tiene un impuesto al valor agregado (nuestro IGV) de sólo 5 por ciento, cuando el promedio de los países desarrollados está cerca al 18 por ciento. Un reajuste en esta tasa podría iniciar un proceso de ajuste fiscal que permita mayor flexibilidad en la gestión macroeconómica de mediano plazo, y así impedir un mayor deterioro de las finanzas públicas que termine en una sucesión de reducciones en la calificación crediticia soberana.
El anuncio provocará un yen más depreciado y eso ayudará a la maquinaria exportadora japonesa, pero existen otras cartas que pueden servir de manera más fundamental a mejorar la competitividad de su economía de manera más permanente. Para empezar, la participación de las mujeres en la fuerza laboral aún está por debajo del promedio y se puede volver a promover la inmigración para resolver el problema de una fuerza laboral cada vez menor. Lo cierto es que Japón parece otro con estas nuevas autoridades. La prueba está en lograr lo que se ha anunciado. La economía mundial estará mejor si se tiene éxito en este esfuerzo.

Publicado en El Comercio, Abril 6, 2013