Si usted y yo tuviéramos dinero para invertirlo podríamos hacer una de dos cosas. Una primera opción sería prestarlo a alguien y recibir una tasa de interés por eso. Hay varias formas de hacer eso, pero sea cual sea la forma siempre hablaremos que lo que nos hemos comprado es un activo financiero. Tenemos un papel que dice que alguien nos debe dinero.
Una segunda opción es comprar un activo físico. Es decir, poner una fábrica, una tienda, un restaurante o lo que fuera. En este caso recibiremos a cambio de nuestra inversión una cantidad de dinero que si es mayor a la tasa de interés que recibíamos en el otro caso estaremos contentos de haber tomado el riesgo de invertir en esto.
En realidad en ambos casos hay riesgo. En el primer caso y cuando se trata de países uno escucha hablar sobre el riesgo país. La idea es simple. El país ha optado por emitir deuda soberana y alguien voluntariamente ha decidido comprar ese papel que ofrece un determinado rendimiento. Por supuesto que si el gobierno pasa por una crisis fiscal o una crisis de balanza de pagos sencillamente no tendrá para pagar sus obligaciones y tendrá que decidir no cumplir con el pago de su deuda. Eso es hacer ‘default’, en criollo, perro muerto.
Hoy nuestro riesgo país es el tercero más bajo de la región. Anda alrededor de 200 puntos básicos. Es decir, si EEUU puede tomar deuda a 4 por ciento a 10 años, nosotros tenemos que pagar 2 por ciento más, o sea, 6 por ciento. No está mal. Hace unos años saltábamos en un pie si el riesgo país era menos de 400 puntos básicos. En la región sólo México y Chile nos ganan.
Muchos señalan que las calificadores de riesgo hace rato nos deberían haber subido la categoría, pero que son otros factores los que hacen que aun no nos graduemos a la categoría de grado de inversión. Es decir, país en serio.
Pero, cuando lo que uno hace es invertir en activos físicos en un país existe otro riesgo. Ese es el riesgo que la tasa de retorno de tu empresa no depende de tu esfuerzo, de tu capacidad, o de la de tus trabajadores. El Presidente de Argentina nos ha puesto un ejemplo clarísimo esta semana. Se amargó con Shell por subir el precio de los combustibles cuando estos están en la estratosfera y llamó a los ciudadanos argentinos a hacerle un boicot a Shell. Resultado: Shell está facturando 70 por ciento menos que hace una semana. Si la tasa de retorno de las empresas de un país depende tan fuertemente de la voluntad o de las decisiones del gobierno de turno entonces no somos un país en serio y estamos lejos de recibir el grado de inversión.
Cada uno de ustedes que maneja o trabaja en una empresa debería preguntarse cuanto de la rentabilidad de esa empresa depende de lo que ustedes hacen y que proporción de lo que el gobierno decide o deja de hacer. Mientras más dependan de lo que el gobierno hace o deshace mayor será el tamaño del otro riesgo país.
Publicado en El Comercio Marzo 17, 2005
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