Para cualquiera de nosotros sería absurdo argumentar que el Estado peruano es un ejemplo de eficacia a nivel internacional. Creo que no hace falta mencionar ejemplos. Hace unos días tuve que contestar un cuestionario sobre las capacidades de los estados latinoamericanos. Dicha encuesta está basada en un trabajo de Weaver y Rockman donde se discuten 10 capacidades que debería tener un Estado eficaz. Muy rapidamente se dice que un Estado es eficaz si es capaz de: (1) priorizar entre múltiples demandas, (2) asignar recursos donde sean más efectivos, (3) cambiar políticas que no funcionan, (4) coinciliar objetivos en conflicto, (5) imponer, si fuese necesario, costos a los ricos y poderosos, (6) tomar en cuenta los intereses de los que no tienen capacidad de hacerse escuchar, (7) aplicar efectivamente las políticas que aprueba, (8) tener políticas estables, (9) cumplir los acuerdos internacionales que firmó, y (10) acomodar los intereses de los distintos grupos sociales para evitar conflictos internos.
No les puedo decir lo que contesté en la encuesta pero seguro que cada uno de ustedes tendrá su opinión sobre como calificar al Estado peruano en cuanto a estas capacidades. Obviamente que no todo es un desastre en el Estado peruano. Hay ejemplos destacables y el Premio a las Buenas Prácticas Gubernamentales que pronto entregará Ciudadanos al Día nos mostrará como también hay un Estado que se preocupa por el ciudadano y busca ser eficiente.
Hace poco en un debate sobre la reforma del Banco Central surgió la preocupación de algunos que sostenían que era mejor no hacer nada porque si una propuesta muy pensada y equilibrada entraba al Congreso, nadie podía garantizar que cosa saldría. Es decir, hay un temor a hacer porque podemos terminar en una peor situación. Inclusive desde este diario se sostuvo –hace unos meses- que el Congreso debía no hacer nada el último año de su mandato porque los incentivos estaban listos para inundarnos de nuevas leyes inútiles, populistas y desestabilizadoras.
Esa lógica nos conduce a decir que al Estado peruano le deberíamos apagar la luz para que no estorbe o estropee. Con esta lógica algunos congresistas sostienen que no hay que permitir que empresas chilenas inviertan en el país porque se van a aprovechar de nuestro Estado incapaz de defender los intereses de la nación. Pero a su vez confian que el Estado descubrirá a los testaferros. ¿En qué quedamos es o no incapaz? ¿No es mejor pedir en el contrato de concesión que las empresas tengan un capital mayor y así descartar que empresas de países de bajos ingresos operen nuestros puertos o aeropuertos?
La tarea de todos debería ser construir un Estado que si puede tener resultados favorables para el ciudadano, que si puede defender los intereses del Perú. Para ello obviamente no podemos pedir que el Estado haga todo, sino que concentre sus esfuerzos en aquello más indispensable. Participemos en las decisiones políticas en lugar de quejarnos que otros hacen mal las cosas. Debatamos públicamente con aquellos que defienden ideas que promueven el subdesarrollo con “ingeniosas” propuestas. Me parece absolutamente inaceptable asumir la premisa que como el Estado es incapaz debemos resignarnos a mejor no hacer nada.
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