En un mundo donde a los bancos centrales sólo les importa que la inflación no sea demasiado alta, sus directorios deben manejar las tasas de interés para que eso suceda. Por ello, cuando la inflación empieza a levantar cabeza la receta es automática: subir las tasas de interés dado que ello controlará el gasto, frenará la inversión y por lo tanto enfriada la economía la presión a que los precios suban se disipará. Esto que parece muy simple en realidad se complica cuando uno incluye en el análisis el hecho que hay más de un país. Y que en particular las decisiones de política monetaria de ese otro país importan e impactan en el nuestro.
Pensemos en Perú y como las decisiones de Greenspan, el saliente gobernador de la Reserva Federal en Estados Unidos, afectan -o mejor dicho- condicionan las decisiones de los directores de nuestro Banco Central. La Reserva Federal viene subiendo su tasa de interés de manera consistente desde julio del año pasado. Han sido once subidas consecutivas que han llevado la tasa de interés gringa de 1 por ciento a 3.75 por ciento. Según los mercados, se espera que esta tasa termine el próximo año en 4.5 por ciento. Si el Perú fuera un país desconectado de los mercados internacionales esas decisiones no tendrían mayor importancia. Pero, ese no es el caso. Nuestra economía está integrada, aunque de manera imperfecta con los mercados internacionales de capitales. ¿Por qué digo imperfectamente? Creo que es obvio que Lima y Nueva York no tienen la misma relación que Miami tiene con Nueva York. A nadie se le ocurre pensar que las condiciones crediticias en Nueva York puedan ser significativamente distintas que las que uno encontraría en Miami. La razón de ello es simplemente que son mercados plenamente integrados. Para todo fin práctico son un solo mercado.
En nuestro caso si la tasa de interés de corto plazo que determina el BCRP estuviese muy por debajo de la tasa americana esto genera un incentivo muy grande para que los capitales se vayan al extranjero. Esto se agravaría aún más si es que el BCRP optase por evitar que el dólar flote. Las dos recetas para evitar esto es que nuestra tasa no esté muy desalineado con la internacional y que el tipo de cambio flote de modo de alejar movimientos puramente especulativos. El dilema que tiene nuestro BCRP es que le correspondería subir la tasa pero la inflación se resiste a subir por encima del límite mínimo de la banda establecida. El BCRP parece estar confiando en que el efecto combinado de la subida de los precios de la gasolina y la subida del dólar puedan variar la terca tendencia que nos ha convertido en la economía latinoamericana con la menor tasa de inflación.
De repente cabe recordar ahora la idea que la política monetaria actúa de a pocos y por lo tanto debe administrarse de a pocos. El escenario del próximo año (elecciones, Greenspan se va, ¿frustraciones con la firma del TLC?, entre otros factores) estará lleno de presiones al alza del tipo de cambio. ¿Preferirá el BCRP subir su tasa de un solo porrazo o a la Greenspan, por goteo? Una de las discusiones más comunes en teoría monetaria es si los bancos centrales de países pequeños pueden tener política monetaria independiente. Claro que pueden, pero entendamos que tiene costos no deseados.
Publicado en El Comercio Octubre 5, 2005
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