James Madison, el padre de la Constitución norteamericana, decía que un buen gobierno implica dos cosas: (1) ser fiel al objetivo de ser gobierno que es lograr la felicidad de la población, y (2) el conocimiento de cómo conseguir dicho objetivo. En una palabra un gobierno eficaz. Hasta aquí la cuestión parece simple pero los líos empiezan porque en cada decisión hay dos lados en potencial conflicto. En cada decisión hay potenciales ganadores y perdedores. Eso no significa que la solución no pueda ser una en la que todos se sientan ganadores. De manera simétrica, hay algunas soluciones en las que todos son perdedores.
Pongamos dos ejemplos para entendernos mejor. El primero es el depósito de basura que a algún inteligente se le ocurrió autorizar construir al lado de la pista de aterrizaje del aeropuerto de Iquitos. Esto ha impedido que dicho aeropuerto sea utilizado por las mañanas pues digamos que los gallinazos están almorzando y no les gusta ser interrumpidos por los ruidos molestos de los aviones. A la tarde hacen la siesta y ahí los aviones pueden aterrizar sin correr el riesgo que uno de estas aves se incruste en el motor. El viceministro de Turismo parece que ha llegado a un arreglo para corregir la situación y con ello evitar que la economía de Iquitos pierda más de 6 millones de dólares. Felicito esta iniciativa porque resultaba casi increíble que el gobierno se limitara a restringir más y más los vuelos como solución a un problema que sin duda no pasaba por abrir la temporada de caza de gallinazos o cambiar de nombre al aeropuerto.
Resolviendo este problema ganan las aerolíneas, los operadores turísticos, la propia comunidad de Iquitos que verá intensificado el flujo de turistas y las autoridades que podrán ponerse una condecoración por la gestión realizada. Ni siquiera perderán los gallinazos pues los reubicarán. Ellos se mudarán con chancherías incluidas a un nuevo relleno sanitario.
El segundo ejemplo es el tema minero. Muchos han aplaudido la exitosa gestión del premier en conseguir una platita extra para la lucha contra la exclusión social, nada menos que algo cerca de los 2,500 millones de soles. Muchos dicen que esta es la mejor solución dentro de muchísimas peores propuestas. Si bien puede ser cierto que había muchísimas ideas disparatadas creo que eso no hace a esta solución una buena solución. Aparentemente este aporte ha sido aceptado para evitar que el Congreso promueva modificaciones en la legislación tributaria como un nuevo impuesto a las sobreganancias, o modificaciones a la ley de regalías mineras. Claramente ninguna de esas iniciativas pasará de dicha condición si es que el partido aprista no inclina la balanza. En ese sentido, los mineros pueden haber comprado suficiente respaldo para que ninguna modificación significativa sea aprobada en el Congreso.
Pero quizás el objetivo real del aporte era servir de freno a la anticipable ola de protestas sociales a la cual se quisieran sumar más de un dirigente ansioso de sentirse en olor de multitud. Los recientes eventos en Cajamarca no son una buena señal de que la solución esté bien encaminada. ¿Se sienten ganadores los futuros beneficiaros de estos aportes? ¿Se sienten que el Gobierno está velando por su felicidad como decía Madison? ¿Están los mineros satisfechos con la solución? ¿Si alguien me llama a preguntar si esta solución elimina el riesgo que un nuevo proyecto minero se pueda frustrar por un potencial conflicto social, qué le debo responder?
Creo que hubiese sido muy positivo si de esta negociación tuviéramos al menos mayor claridad con respecto a cual va a ser el futuro de los contratos de estabilidad tributaria, y sobre cual va a ser el conjunto de normas tributarias que un nuevo emprendimiento minero debería esperar cumplir. Hoy no sabemos que pasará el 2009 cuando el primer contrato de estabilidad finalice ni tampoco que impuestos pagarán en dicho momento.
Publicado en El Comercio, Agosto 31, 2006
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