Este domingo el diario El Peruano, fuente inagotable de sorpresas, trajo entre sus normas una que aprueba la transferencia de 16 millones y medio de soles al Programa Nacional de Asistencia Alimentaria (PRONAA) para la repartición de víveres por seis meses a 100 mil familias de extrema pobreza. Lo primero que pensé fue que no me había enterado de alguna emergencia o desgracia natural que había ocurrido el fin de semana. Preguntando me comentaron que esta era la respuesta del gobierno frente al alza de precios de los alimentos. Preguntando más me dijeron que sólo las familias limeñas en extrema pobreza iban a recibir esta ayuda. Preguntando aún más no me pudieron decir de que manera el PRONAA iba a encontrar a estos 100 mil beneficiarios. Preguntando aún más nadie tenía idea porqué se había establecido que esta ayuda llegaría por 6 meses y no 2 meses o 1 año.
Después de tantos años de discutir la eficacia de los programas sociales resulta increíble que este gobierno que dice estar en pleno proceso de mejorar la eficacia de los mismos sucumba ante la presión de la inflación de estos meses respondiendo de esta manera. Para nadie es una novedad que los más pobres entre los pobres de nuestro país no están precisamente en Lima. Es cierto que hay pobres extremos en Lima pero porqué los de otras partes del país no califican. ¿Dónde queda la equidad? Además, existen cientos de estudios que muestran los enormes problemas de focalización de los programas sociales ligados al PRONAA.
Comparto y entiendo la preocupación del gobierno por el tema inflacionario pero es absolutamente impensable que la inflación se desborde a dos dígitos o cosas por el estilo. Es cierto que hay bienes individuales que han tenido alzas de dos dígitos pero eso no significa que ese sea el camino que van a tener el resto de bienes y servicios. Tal como lo hemos señalado en esta columna, los pobres quienes gastan una mayor proporción en alimentos sufren el impacto de manera más fuerte. Sin embargo, el problema no tiene la magnitud que amerita la repartición de alimentos. Esta medida lejos de calmar las expectativas las exacerba pues genera la sensación de caos y emergencia.
El Banco Central mira con optimismo los meses siguientes pues confía en que luego de que la inflación supere el 6 por ciento el próximo mes, la inflación empiece a cambiar su tendencia a partir de mayo. Los meses de mayo a julio fueron meses en la inflación estuvo en 0.5 por ciento y por lo tanto apuestan a que la tendencia empiece a cambiar. Yo no soy tan optimista pero no existe fundamento para pensar en una inflación desbocada en el 2008 o 2009. Los precios de los commodities agrícolas ya han empezado a ceder.
En mi opinión, esta decisión de política económica no aplacará las críticas al gobierno por el tema inflacionario. La gente que recibe las canastas criticará mientras las recibe porqué éstas no incluyen más cosas, o por la calidad de los alimentos entregados. Cuando el festival de ayuda se acabe (si se acaba) criticarán que aún los precios están al alza y que el gobierno los está condenando a la pobreza. Mientras todo esto ocurra, quienes no reciban este beneficio protestarán con justa razón porqué ellos no han sido incluidos. Para complicar aún más las cosas, el periodismo se encargará de mostrar algún escándalo para coronar el despropósito. Bien dice el dicho, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
Publicado en El Comercio Abril 3, 2008
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