Debo reconocer que estoy perdiendo la batalla contra la balanza y cada intento nuevo se estrella contra la imparable aguja que tercamente insiste en señalar que esta semana peso más que la anterior. Pero esa no es la razón para pensar en un impuesto a los gordos. En una de las últimas ediciones del semanario The Economist se discute la idea de los impuestos inspirados en A.C. Pigou. Este célebre economista inglés del siglo pasado se hizo famoso por proponer que los problemas que la presencia de externalidades ocasionan en la sociedad se pueden corregir a través de impuestos. A esos impuestos los economistas los llamamos impuestos Pigovianos.
Pongamos un ejemplo sencillo para entender esto. Fumar mata, no sólo al que lo hace sino que el humo del cigarrillo mata a los que están cerca de quien fuma. Los mata en el sentido que les eleva la probabilidad de morir por cáncer al pulmón. El tipo que prende un cigarrillo no está pensando en los demás y por eso en todo el mundo hay impuestos selectivos a los cigarrillos para intentar disminuir su consumo. El costo de la externalidad (el humo de segunda mano) debería ser asumida (internalizarse, diríamos los economistas) por la persona que fuma a través de hacerle más caro fumar.
Como eso no ha funcionado, se ha optado en muchos lugares por simplemente prohibir el consumo en lugares públicos lo cual sin duda es una restricción mucho mayor que apunta a evitar el consumo de algo que se considera malo. Digamos que la tasa de impuesto se ha hecho prohibitivamente alta en los lugares públicos y casi todos (aunque siempre hay frescos) cumplen con dicha disposición.
En muchos países se está empezando a discutir formas alternativas de ponerle un impuesto a los gordos, mejor dicho a la obesidad mórbida. La razón es que los problemas de salud que acarrean este tipo de personas representan un costo muy alto para la sociedad. Esto era pasable cuando unos pocos pesaban más de 100 kilos pero ahora un tercio de los norteamericanos son obesos.
Pero dejemos en paz a los gordos y sus problemas, porque en realidad que quería hablar del impuesto a los (gordos) retornos de los capitales que ha regresado al debate nacional. Al inicio del gobierno se legisló sin reglamento con la justificación de que todo tipo de ingresos deben ser gravados sin importar la fuente. Es decir, rentas del trabajo y del capital deberían ambas pagar impuestos. Pero no se tomó en cuenta que un impuesto desalienta la actividad financiera que es una externalidad en este caso positiva para aquellos que no necesariamente pueden ahorrar pero que si necesitan recursos para sus decisiones de inversión y consumo. Es decir, estaríamos desincentivando una actividad que a diferencia del humo del cigarro o la obesidad mórbida si es buena para la sociedad. ¿Usted que opina, promovemos o desincentivamos el crecimiento de nuestro sistema financiero?
Publicado en El Comercio, 29 Setiembre 2009
1 comment:
Con impuestos a la renta del trabajo y del capital, si desincentivamos el crecimiento del sistema financiero, ya que menos gente quedrá utilizar este canal para percibir sus rentas porque se verán reducidas con un impuesto.
Por otro lado pienso que se puede aplicar un impuesto sólo a la renta de capital.
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