La pregunta que trató de responder este CADE fue como hacer para que se repitan los maravillosos años previos a la crisis que han permitido que el Perú crezca 60% en esta década. Mi lectura de la respuesta sugerida por varios de los expositores es que finalmente el gobierno dejó de ser una fuente de incertidumbre empresarial al mantener los equilibrios macroeconómicos. Eso permitió y –yo diría- exigió a los empresarios a tener un rol distinto por crear valor. Los empresarios empezaron a entender que el juego que el Estado proponía era una apuesta por la apertura a los nuevos mercados. Para muchos esos nuevos mercados quedaban en el cono norte de Lima para otros esos nuevos mercados implicaban aprender que es lo que puede interesarle a un chino o como hacer que una sudafricana se interese por productos de belleza peruanos.
Parte de este nuevo reto era dejar de intentar hacer negocios basados en que el Estado transfiriera una renta a través de un permiso especial o de una autorización extraordinariamente discrecional. No dudo que aún muchos empresarios tienen este reflejo condicionado en sus arterias. Ante las dificultades en lugar de pensar como reintentar salir a flote basados en una innovación que cree valor hacen su cola para resolver su problema con una mano y algunos soles del Estado. Aprendimos como las empresas peruanas pueden dar el salto, ser competitivas y desafiar mercados en América Latina y aún más lejos. En todos los casos, resulta fundamental tener una política enfocada a la constante búsqueda de nuevas oportunidades y de un manejo financiero que les permita ser socios globales.
Creo que todos aprendimos que también mucho de este excelente resultado está basado en que se aprovechó la oportunidad de largo plazo que el mundo le ofreció al Perú y a sus empresarios. Hemos vivido años de una renta adicional fruto de los extraordinarios precios de los productos que exportamos al mundo. Lo que aún nos falta por aprender es que el Perú no puede depender de que la balanza de oportunidades y riesgos esté siempre inclinada a nuestro favor. Por eso que la apuesta por la educación, por la innovación, por ser Schumpeterianos, exige mucho más de todos.
Lo que creo faltó contestarse en esta CADE fue en qué se materializa el compromiso de los empresarios por mejorar la educación en el país. Ese entusiasmo debe transformarse en acción. A mi juicio, los empresarios deben usar sus capacidades de influenciar en todos los niveles de gobierno para obtener tres cosas concretas: (i) que la educación sea una prioridad presupuestalmente hablando y esté enfocada en dar oportunidades a todos los peruanos; (ii) usar el poder de la información para que el mercado de la educación no sea un engaño para los jóvenes y para sus padres; y (iii) que los gobiernos regionales y locales entiendan que son ellos los responsables de atraer inversión, de tener un mejor riesgo que el riesgo país.
Publicado en El Comercio Noviembre 23, 2009
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