Esta semana estuvo en Lima, Daniel Cotlear, un reconocido economista peruano experto en temas de pobreza y políticas sociales. Vino para presentar un libro que hace la pregunta que titula esta columna: ¿está América Latina lista para envejecer? Estas son mis reflexiones a un texto que me parece de fundamental importancia hoy más que nunca.
Empecemos con un par de datos que son como una ducha fría en invierno. En 20 años más, América Latina y el Perú dejarán de beneficiarse del bono demográfico que consiste en tener una mayoría de la población en la fuerza laboral y que ha permitido aumentar el ritmo de crecimiento de estas economías. Para el año 2035 habrá más personas mayores de 60 que niños menores de 15 años. ¿Estamos listos para este cambio de escenario tan drástico en tan poco tiempo? ¿Tenemos como dar ingreso y proveer servicios de salud a dicha población creciente?
Si algo distingue a la mayor parte de la región es que esa población adulta, cuando alcance su edad de jubilación seguirá viviendo principalmente de los ingresos recibidos por su propio trabajo, algunos de sus pensiones y el resto de las transferencias que reciben de sus familias. Sólo unos pocos países como Brasil se parecen a los países desarrollados donde la mayoría de la población al alcanzar la edad de jubilación vive casi exclusivamente de su pensión. Bueno, cuando el Estado no está, aparece la solución privada. Esa solución es justamente trabajar más tiempo o tener algún tipo de arreglo familiar para compartir gastos.
La solución de varios países para ampliar los niveles de cobertura ha sido la introducción de las pensiones no contributivas (como Gratitud en Perú). Esta solución tiene riesgos fiscales (de los cuales ya hablamos durante la campaña electoral) pero también tiene riesgos de crear incentivos a cosas que no queremos que ocurran: mayor informalidad laboral, menor disposición a contribuir para su pensión, o mayor desintegración familiar.
A veces podemos crear problemas tratando de resolverlos. Muchos de estos problemas serían menos graves si es que podemos garantizar mayores tasas de crecimiento. No nos engañemos, la única fuerza capaz de derrotar el peso de la demografía es usando el peso del crecimiento económico.
Publicado en El Comercio Julio 16, 2011
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