Empezaré aclarando que esta columna no
significa que proyecte mi próxima muerte sino sobre el optimismo excesivo que muchas
veces es un virus con efectos mortales en los empresarios, y en general en
quienes toman decisiones. Esta columna es sobre proyectos que mueren. Mejor
diremos sobre proyectos que fallan para quitarle el drama al asunto. En el
fascinante libro de Daniel Kahneman que sigo leyendo con mucho entusiasmo
(Thinking, fast and slow) el refiere a un trabajo junto con Gary Klein sobre
algo que es muy común en los proyectos empresariales: el optimismo excesivo.
Cuando un empresario tiene una idea de un
nuevo negocio lo más común que se encuentra en los estudios que se han hecho sobre
el tema es que abunda el optimismo más allá de lo aconsejable. La gente que emprende negocios cree que va a
ser exitosa y no quiere escuchar que en promedio 70 por ciento de los nuevos
negocios a los tres años habrán cerrado. Este exceso de optimismo hace que
tomemos decisiones erradas. Nuestra condición de promotores de la iniciativa
nos impide tener una mirada desapasionada de las proyecciones y nuestro
entusiasmo prima sobre las dudas. Para
esta situación, estos dos autores proponen un ejercicio (el premortem) que es
una suerte de ducha fría de realidad que puede evitar perder no sólo la ilusión
de un buen negocio sino también los ahorros de una vida.
El ejercicio del premortem exige que los
responsables del proyecto piensen en la decisión que se está a punto de
tomar. Deben suponer que ha pasado un
año y en efecto la idea se puso en marcha pero fue un rotundo fracaso. Los
responsables deben de escribir en 5 ó 10 minutos una pequeña historia sobre lo
que ellos creen provocó el desastre. Es mucho mejor hacer un premortem que
equivocarse en la realidad y hacer un postmortem donde se recojan las razones
por las cuales el proyecto efectivamente no funcionó.
Este simple ejercicio sirve para hacer
visibles algunos temores que más tiene pero no quiere hacer público para no ser
el aguafiestas o parecer poco comprometido con la idea. Además, rompe la marea incontenible que
muchas veces representa una idea que madura dentro de un equipo, y donde las
dudas iniciales no son aceptadas con tanta apertura y por lo tanto muchas
quedan sin ser siquiera consideradas.
Así que ya sabe, la próxima vez que esté a
punto de tomar una decisión empresarial importante o que un funcionario público
acepte el diseño de una reforma, exija a su equipo hacer un premortem. Muchas
de las ideas que surjan seguro servirán para mejorar el plan de negocios o la
propuesta de política. Es común olvidarse que la competencia responderá, que la
última línea del proyecto depende demasiado de una regulación que podría ser
modificada, o que esa innovación dejó de serlo hace meses y no somos los únicos
detrás de la misma idea.
Sea cual fuere la posible razón del
anticipable fracaso de su proyecto sería mucho mejor enterarnos ahora y poder
evitarlo pidiéndole a su equipo hacer un serio ejercicio de escribir un
premortem, que luego escribir un postmortem con olor a autopsia de una idea que
algún día pareció brillante, y con una billetera doliente.
Publicado en El Comercio, Marzo 24, 2012
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