Imagine una familia con una
deuda por pagar que es equivalente al doble de su ingreso anual total. En
principio ese monto podría no ser problema. Por ejemplo, puede ser que la tasa
a la cual crecen los ingresos de esa familia sea digamos 10% al año, con lo
cual esa cifra no parece tan complicada de manejar porque esa familia duplica
su nivel de ingreso cada siete años. Pero uno podría genuinamente preocuparse
si nos dijeran que la tasa de interés que paga por esa deuda es cercana al 10%.
Si fuera así más vale que los ingresos crezcan a velocidad similar o sino
pronto la familia deberá 3 veces su ingreso anual.
También sería motivo de
preocupación si el repago de esa deuda estuviera muy concentrado en el año
actual o en el siguiente. Otra razón
para preocuparse sería si los gastos de esta familia superaran en mas del 10%
sus ingresos, y dicha diferencia se financiaran con más deuda.
Esta discusión informal muestra
los elementos centrales de un ejercicio estándar de sostenibilidad fiscal que
los bancos de inversión hacen cotidianamente para evaluar la salud financiera
de los países o de las empresas.
Este ejercicio muestra que tan
dinámica debe ser una economía que parte de un cierto nivel de deuda para no
enfrentar presiones excesivas de pago de sus obligaciones que lo fuercen a
tomar acciones que pueden tener consecuencias exactamente opuestas a las
previstas. Es decir los ajustes severos pueden reducir el ritmo de inversión y
crecimiento y al final se termina recaudando menos y con una mayor presión por
mayor financiamiento.
Si los miembros de esta familia que
anda con problemas financieros se sienta a la mesa y deciden que lo mejor es
que todos hagan ajustes en gastos y busquen otras formas de generar ingresos,
uno estaría tentado a decir que pronto (aunque con sacrificio) estarán en una
mucho mejor situación. Pero, ¿qué pasa si no hay coordinación y no todos
cooperan? Entonces, el esfuerzo no es creíble y no sirve para mucho.
Hoy Europa cambia políticas y cambia
líderes y a pesar de ello le falta caminar juntos en un decidido camino de
salvación del proyecto de integración. Mientras menos hagan unos, los otros se
verán forzados a adoptar políticas de austeridad que ninguna población esta
dispuesta a tolerar.
Si una economía adopta ajustes fiscales es porque quiere demostrar que está decidida a reducir sus necesidades de financiamiento. Pero la prudencia fiscal no crea crecimiento si no hay la capacidad de que el mercado crea en que se está en un camino virtuoso. Si los mercados no creen en nuestras acciones nos exigirán más de lo que quisiéramos dar, incluso más de lo que es aconsejable.
A mi juicio Europa debe aceptar lo
inaceptable y sorprender al mercado optando no por más recursos via impuestos
sino por menor necesidad de financiamiento vía restructuración de la montaña de
deuda en la cual están sentados. Economías como Grecia, Portugal o Italia no
pueden salir de esta situación sólo con austeridad fiscal. Junto con ello
tendrán que implementar programas agresivos para poner sus economías en forma
para competir no sólo con Alemania sino con Asia. Otras economías como España y
Francia eventualmente seguirán el mismo camino. Europa tiene que construir este Pacto Fiscal
si quiere que el esfuerzo de integración no termine mal.
Publicado en El Comercio Mayo 5, 2012
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