No hay duda que vivimos en tiempos sin
precedentes en lo que a economía se refiere. Si ustedes escucharan al
presidente de un Banco Central anunciar que va a duplicar la cantidad de dinero
emitida en sólo dos años porque quiere conseguir más inflación sin duda le provocaría
insultarlo. Sin embargo, la reacción de los mercados japoneses a este anuncio
hecho por el flamante presidente del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda ha sido
una de júbilo. La bolsa subió más de 2 por ciento el día del anuncio. Es
importante entender el contexto para valorar la agresiva decisión del Banco de
Japón que se ha comprometido en lograr llegar a una meta de 2 por ciento de
inflación. Esta receta curiosamente fue sugerida por el Presidente de la
Reserva Federal, Ben Bernanke, hace 10 años. En Europa que está en peor estado,
el Banco Central Europeo no termina de convencerse que necesita seguir esta
ruta con igual determinación.
La economía japonesa nunca se terminó de
recuperar después de su masiva crisis financiera en los noventa. Salió de ella
con una deflación endémica, recesiones recurrentes y un stock de deuda que no
ha dejado de crecer y ya es igual a dos veces su producción anual. Esto se
explica en parte por el creciente costo de atender en salud y seguridad social
a una población crecientemente mayor. De todas las economías desarrolladas
Japón es la que muestra el peor pronóstico respecto a su población en edad de
trabajar. Japón tendrá en el 2050 la
misma población en edad de trabajar que un siglo atrás (1950). Por el
contrario, Estados Unidos la habrá multiplicado por casi 2.5 veces y Francia
por 1.5 veces.
El
anuncio es muy interesante porque se rompe una tradición de indecisiones sobre
la política económica que había sido la constante en las autoridades japonesas. Lo típico había sido anuncios que luego eran mediatizados o
completamente revertidos. Sin embargo, para que la economía japonesa vuelva a
ser un motor de la economía mundial hace falta mucho más. Para empezar se debe
atacar más agresivamente el desafío de reducir el nivel de deuda. Para ello
Japón tiene la ventaja que es una de las economías desarrolladas con menor
presión tributaria (16 por ciento del PBI) porque tiene un impuesto al valor
agregado (nuestro IGV) de sólo 5 por ciento, cuando el promedio de los países
desarrollados está cerca al 18 por ciento. Un reajuste en esta tasa podría
iniciar un proceso de ajuste fiscal que permita mayor flexibilidad en la
gestión macroeconómica de mediano plazo, y así impedir un mayor deterioro de
las finanzas públicas que termine en una sucesión de reducciones en la
calificación crediticia soberana.
El anuncio provocará un yen más depreciado
y eso ayudará a la maquinaria exportadora japonesa, pero existen otras cartas
que pueden servir de manera más fundamental a mejorar la competitividad de su
economía de manera más permanente. Para empezar, la participación de las
mujeres en la fuerza laboral aún está por debajo del promedio y se puede volver
a promover la inmigración para resolver el problema de una fuerza laboral cada
vez menor. Lo cierto es que Japón parece otro con estas nuevas autoridades. La
prueba está en lograr lo que se ha anunciado. La economía mundial estará mejor
si se tiene éxito en este esfuerzo.
Publicado en El Comercio, Abril 6, 2013
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