Escribo
esta columna desde Santiago donde el año ya está teñido por la elección presidencial
que se realizará en Octubre. La discusión estará muy marcada por las demandas
estudiantiles que enmarcadas en la exigencia de educación gratuita van mucho
más allá. Esto se discutió de manera muy interesante por Patricio Navia,
Profesor de Ciencia Política de la Universidad de Nueva York, y Roberto Zahler, ex presidente del Banco
Central de Chile, en el seminario en el que estuve. La discusión es claramente
importante para países como Perú y otros de la región.
Lo que
está detrás de las protestas estudiantiles en realidad es algo mucho más grande.
A más de tres décadas de las reformas económicas en dos tareas centrales del Estado
como la provisión de salud y educación hay cada vez mayor convencimiento en
Chile que aún hay tareas pendientes pues esas reformas no han logrado el
difícil objetivo de ser suficientemente inclusivas o proveer eficientemente
estos servicios públicos básicos. Hay una sensación que las reformas
pro-mercado terminaron siendo más pro-business, es decir, han creado áreas muy
lucrativas de negocios pero no se ha cumplido con la premisa básica que debe
existir un esfuerzo por la igualación de acceso a las oportunidades.
El
resultado de estas reformas y sus modificaciones a lo largo de los años no han servido
el propósito de la manera como inicialmente se planteaba. Cuando se permitió la
provisión privada de los servicios de educación y de salud como alternativa a
la provisión pública se suponía que las fuerzas del mercado harían su trabajo
en la construcción de una eficiente provisión de estos servicios. En la
práctica, lo que ha habido es que dichos mercados han producido resultados que
pueden caracterizarse como regresivos, pues se segmentó el mercado. Había buena
provisión de servicios de salud y educación si es que tenías los recursos, si
no los tenías entonces sólo podías aspirar a malos servicios. El problema se
potenciaba porque los buenos servicios sólo alcanzan a una minoría de la
población.
Dentro
de la lógica de este tipo de provisión de servicios se partía del supuesto que
cada falla de mercado se podía corregir con algún otro esfuerzo regulatorio. Diferentes
esfuerzos regulatorios de dichos mercados no han resuelto los problemas de
exclusión. En ese sentido uno puede señalar que las reformas han sido más
pro-business que pro-mercado.
El reto
es grande no sólo por los fuertes lobbies que se deben enfrentar para intentar
aprobar reformas en esos sectores, sino porque probablemente la discusión se
enfocará en la necesidad de tener una reforma impositiva que aumente los
impuestos a los individuos de mayores ingresos para financiar dichas reformas. Lo
cierto es que la desigualdad sólo se reduce con la combinación de impuestos más
progresivos como gastos más progresivos.
Como
señaló Patricio Navia, no hay ejemplos duraderos de democracia en el mundo con
grandes niveles de desigualdad. El reto es aún mayor porque aún consiguiendo
aprobar dicha reforma y por lo tanto el acceso a los fondos, nada garantiza que
la implementación de la reforma corrija las actuales deficiencias en la
provisión de servicios tan importantes como salud y educación.
Publicado en El Comercio Enero 12, 2013
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