La semana pasada Norman Loayza, uno de nuestros economistas internacionalmente más reconocidos, dijo esta frase en su presentación en el marco del Encuentro de Economistas del BCRP. El decía que a nadie que hace ejercicios se le ocurre hacerlo con una pesada armadura de hierro, básicamente porque la idea es estar en forma y no tener una ataque al corazón. Esta analogía la empleó para discutir como algunas economías que discuten si abrirse más al mundo afrontan el dilema de abrirse sacándose la armadura o blindarse aún más porque se van a abrir.
Antes de discutir más en detalle, es preciso señalar que por armadura nos referimos a la protección que la política de aranceles o las salvaguardas pretenden otorgar a ciertos sectores supuestamente en peligro. También podríamos poner en ese mismo saco (como parte de la armadura) a las leyes laborales que pretenden dar protección a los que hoy tienen un determinado trabajo en un determinado sector con un determinado tipo de contrato. En otros países esta armadura está construida sobre la base de beneficios financieros o fiscales especiales.
Lo cierto es que uno debería evaluar las consecuencias de tener esa armadura independientemente de si se va a abrir o no. Pero aquí el tema es que estamos camino a profundizar nuestro proceso de apertura. Estamos negociando o vamos a estar negociando tratados de libre comercio (TLC) con USA, Tailandia, Chile, China, y algún otro país que seguro me olvido. Entonces la pregunta es si debemos lanzarnos a la piscina con la armadura puesta o como decía Norman Loayza, si debemos empezar nuestra rutina de ejercicios con tanto peso encima.
Un punto central en el trabajo que menciono es que la evidencia internacional mostraba que mientras más desarrollado es el país el efecto sobre el crecimiento económico de una mayor apertura es mayor. Otro resultado de especial interés es que aquellos países que tienen peor infraestructura, prácticas laborales más restrictivas y menor grado de educación mostraban que luego de una mayor apertura el efecto sobre el crecimiento económico no era tan significativo.
Esto que parece obvio sin embargo parece no serlo en Perú donde aún seguimos negociando distintos procesos de apertura pero no hemos podido acondicionar apropiadamente el puerto del Callao, no se ha iniciado un agresivo programa de concesiones de infraestructura, seguimos cambiando de ministros de educación pero los resultados en las evaluaciones internacionales de calidad siguen mostrando que nuestros colegios no pasan de ser guarderías para nuestros hijos. Finalmente, en lugar de pensar como hacer para que una mayoría de trabajadores se beneficie del dinamismo que traerá el proceso de apertura nos preocupamos por garantizar los beneficios de una privilegiada minoría.