Está por terminar un año que sin duda alguna fue bueno para una gran mayoría de peruanos. Revisaba mi última columna del año pasado y de los riesgos que planteé entonces que podrían frenar nuestro crecimiento sólo uno se ha materializado pero sin generar los sobresaltos que uno podría anticipar entonces. Me refiero a que la Reserva Federal de los EEUU ha tenido que responder con alzas constantes en la tasa de interés para frenar el aumento en la tasa de inflación en ese país. Aunque suene a broma hoy Perú tiene una tasa de inflación menor que la de los EEUU. Sin embargo, y contrario a lo que uno hubiese esperado la economía norteamericana ha crecido a una tasa de 4 por ciento y el resto de la economía mundial no se ha desacelerado.
Atado a esto último estaba el riesgo que el precio de nuestras exportaciones bajara debido a una reducción en el ritmo de crecimiento mundial. Sin embargo, tampoco eso ha pasado. La verdad de las cosas es que resulta difícil volver a decir lo mismo que señalamos hace un año pero creo que es razonable hacerlo. Las economías no crecen sino a través de ciclos de expansión y recesión y hace rato que la economía mundial debería haber mostrado algo más que señales de peligro.
Las economías como la peruana crecen cuando al mundo le va bien y les va mejor cuando las políticas domésticas no resultan un freno para ello. Es por eso que buena parte de las dudas sobre la tasa de crecimiento del 2006 están ligadas a la incertidumbre electoral. Somos un país donde hace 6 meses Ollanta Humala ni siquiera era presidenciable y hoy tiene que empezar a leer de todo para no hacer papelones en las entrevistas. Somos un país donde la izquierda significa diez cosas distintas que ninguno de los que no estamos dentro entendemos porqué van divididos más allá de la irrefrenable vanidad por ser candidato presidencial. Somos un país donde los candidatos que no son de izquierda tampoco pueden sentarse –antes de las elecciones- alrededor de un trabajo en común. Creo que esa incapacidad para avanzar juntos, como país, es una de nuestras mayores vulnerabilidades. No creo que una vez develados los planes de gobierno encontremos diferencias abismales entre todos (bueno, casi todos). No obstante ello, seguiremos buscando el quinto pie del gato en lugar de concentrarnos en como hacer para que las políticas en que sí estamos de acuerdo se pongan en práctica con el apoyo de todos.
Parte de esta incertidumbre electoral se cerrará junto con el verano pero otra quedará para los próximos cinco años. Me refiero a que el Congreso seguirá siendo una gran ensalada de voluntades personales, de partidos hechos contra el reloj. El Perú seguirá necesitando el 2006 gente que lidere dentro del desorden, que mire más allá de las noticias del día o del escándalo del momento. El mundo va a estar suficientemente revuelto el próximo año como para que nosotros contribuyamos al desorden. Ojalá el verano no caliente demasiadas cabezas y podamos enfrentar un año con madurez, responsabilidad y pensando en todos esos peruanos que aún no tienen porqué brindar este 31. ¡Feliz año a todos!
Publicado en El Comercio, Diciembre 29, 2005
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