Thursday, February 24, 2005

Entendiendo el chorreo

El gobierno del presidente Toledo vive preocupado –entre otras tantas cosas- por la persistente percepción reflejada en las encuestas que la gente siente que ellos no son parte del sólido crecimiento de la economía peruana mostrado en los últimos años. La pregunta que cabe aquí es que significa que no sean parte de dicho crecimiento, o como se dice ahora, que significa que no chorree.

Una forma de responder esto es mirar a lo que sucede en términos de empleo. Para eso consideremos que tenemos dos tipos de trabajadores. Antes de que se iniciara esta etapa de expansión (2001) un grupo estaba empleado y el otro no lo estaba. Uno pensaría que una expansión sostenida de la economía debería demandar más horas de trabajo y eso debería tener dos efectos: (i) aumentar las horas de trabajo de los que ya tenían trabajo, (ii) reducir el número de personas en situación de desempleo. Si esos dos efectos se dan uno podría decir que el crecimiento “chorrea”.

Sin embargo, este análisis olvida un tercer grupo de personas. Ese grupo está conformado por aquellos que antes de empezar la etapa de expansión no estaban participando del mercado laboral en el sentido que no estaban activamente buscando un trabajo. ¿Por qué no lo hacían? La respuesta es simple. No les convenía o no les interesaba. Es decir, se trata de futuras madres esperando un nuevo bebe, personas que la ven muy verde encontrar trabajo o si es que lo encuentran, este resulta tener un salario asociado menor a lo mínimo que ellos están dispuestos a recibir por el esfuerzo que implica. Esto es clave en la discusión.

Cuando la economía está en la fase de bajo crecimiento o de recesión el mercado laboral no ofrece tantas alternativas a quienes no pueden ofrecer alguna habilidad especial y por lo tanto naturalmente un mayor número de personas se unirán al tercer grupo de gente, el de aquellos que no quieren participar del mercado laboral. Entonces podríamos tener una situación en la que se reduce el desempleo pero disminuye la participación en el mercado de trabajo.

¿Cuando podemos decir que el crecimiento chorrea? Las alternativas son: (a) el número de personas empleadas es menor, (b) el número de horas que trabajan son más, (c) el número de personas desempleadas disminuye, (d) el número de personas que busca empleo aumenta, o (e) todas las anteriores.

¿Qué dicen los números de la economía peruana? Si miramos lo que sucede hoy versus la situación al inicio del gobierno lo que encontramos para Lima Metropolitana es: (i) hay un 5.8% más de personas ocupadas hoy que a fines del 2001; (ii) se trabajan un 3.6% adicional de horas; (iii) la tasa de desempleo es 10% versus un 9.3% en el 2001; y (iv) la tasa de participación laboral ha subido de 67.3% a 68%, es decir, una mayor proporción de los potenciales trabajadores busca activamente un empleo. Saquen ustedes sus conclusiones.

Publicado en El Comercio Febrero 24, 2005

Thursday, February 17, 2005

Pro-Perú: No botemos el niño con el agua sucia

Luego del carga montón de la semana pasada contra el gobierno por el destape del programa de subsidios Pro-Perú es bueno hacer un balance de los puntos que deben ser atendidos y resueltos antes de iniciar dicho programa y no botar el niño con el agua sucia.

Lo primero es la necesidad de reformar los programas sociales. Nadie puede oponerse a que estos se reformen. Van más de tres años de escuchar a los críticos sobre el tema de la necesidad de hacer una profunda revisión de los programas sociales. ¿Qué se ha avanzado hasta ahora? Prácticamente nada. Hay estudio tras estudio que muestran las ineficiencias de la política de gasto social, el bajo impacto en términos de nutrición de dicho gasto, las filtraciones, la baja cobertura, etc.

Lo segundo es la necesidad de que el programa no tenga los mismos vicios que los demás programas. Justamente, la experiencia internacional muestra que hay alternativas interesantes. Dentro de ellas destacan las transferencias condicionales en efectivo a las madres de hogares en extrema pobreza. ¿Por qué son interesantes estos programas? Porque hay un especial esfuerzo en identificar a los beneficiarios. Como se elabora un padrón, este puede ser supervisado con precisión. De esta manera si lo que se quiere es beneficiar a los más pobres entre los pobres se podrá enfocar en aquellos pobres extremos que viven en las áreas rurales.

Otra característica interesante de estos programas es que la transferencia es en efectivo y no en bienes y por lo tanto no hay que preocuparse en quien escoge que se compra, a quien se le compra, o quien lo distribuye. Aquí el énfasis está puesto en la responsabilidad de la madre de familia que tratará de sacar el mayor provecho posible del subsidio que recibe. A veces optará por mejorar la alimentación, otras en atender los gastos asociados al colegio de sus hijos o a una emergencia de salud. Ella decidirá en que gastar y no algún funcionario.

Una última característica notable es que es un subsidio condicionado a que la madre cumpla con objetivos que van en línea con lo que el Estado busca mejorar. Por ejemplo, se le pedirá garantizar la asistencia a la escuela de sus hijos e hijas, se le pedirá que vayan regularmente a las postas de salud para chequeos y vacunaciones.

Es muy importante cuidar dos aspectos del programa. El primero es el financiamiento. Me alegra que se haya desechado la idea de endeudarse. Lo que está mal es que no se reorienten recursos de los programas existentes. La idea es gastar mejor no gastar más. El otro tema es el costo administrativo. El programa mexicano solo dedica 8% al costo administrativo. Mientras otros programas cuestan 40% del total de recursos.

Finalmente está el tema de si esto favorecerá a Perú Posible en la próxima elección. A mi me parece estupendo que así sea mientras el programa esté sujeto a la más exhaustiva vigilancia social. Si lo politizan, debe ser el Congreso y la sociedad civil quienes lo critiquen. Sin embargo, no estoy de acuerdo con quienes sugieren que este gobierno debe limitarse a entregar el mando el 2006. Hemos criticado su falta de acción en muchos rubros, mal haríamos en pedirle que no haga nada porque asumimos de antemano que lo hará mal.

Thursday, February 03, 2005

Aeróbicos con armadura

La semana pasada Norman Loayza, uno de nuestros economistas internacionalmente más reconocidos, dijo esta frase en su presentación en el marco del Encuentro de Economistas del BCRP. El decía que a nadie que hace ejercicios se le ocurre hacerlo con una pesada armadura de hierro, básicamente porque la idea es estar en forma y no tener una ataque al corazón. Esta analogía la empleó para discutir como algunas economías que discuten si abrirse más al mundo afrontan el dilema de abrirse sacándose la armadura o blindarse aún más porque se van a abrir.

Antes de discutir más en detalle, es preciso señalar que por armadura nos referimos a la protección que la política de aranceles o las salvaguardas pretenden otorgar a ciertos sectores supuestamente en peligro. También podríamos poner en ese mismo saco (como parte de la armadura) a las leyes laborales que pretenden dar protección a los que hoy tienen un determinado trabajo en un determinado sector con un determinado tipo de contrato. En otros países esta armadura está construida sobre la base de beneficios financieros o fiscales especiales.

Lo cierto es que uno debería evaluar las consecuencias de tener esa armadura independientemente de si se va a abrir o no. Pero aquí el tema es que estamos camino a profundizar nuestro proceso de apertura. Estamos negociando o vamos a estar negociando tratados de libre comercio (TLC) con USA, Tailandia, Chile, China, y algún otro país que seguro me olvido. Entonces la pregunta es si debemos lanzarnos a la piscina con la armadura puesta o como decía Norman Loayza, si debemos empezar nuestra rutina de ejercicios con tanto peso encima.

Un punto central en el trabajo que menciono es que la evidencia internacional mostraba que mientras más desarrollado es el país el efecto sobre el crecimiento económico de una mayor apertura es mayor. Otro resultado de especial interés es que aquellos países que tienen peor infraestructura, prácticas laborales más restrictivas y menor grado de educación mostraban que luego de una mayor apertura el efecto sobre el crecimiento económico no era tan significativo.

Esto que parece obvio sin embargo parece no serlo en Perú donde aún seguimos negociando distintos procesos de apertura pero no hemos podido acondicionar apropiadamente el puerto del Callao, no se ha iniciado un agresivo programa de concesiones de infraestructura, seguimos cambiando de ministros de educación pero los resultados en las evaluaciones internacionales de calidad siguen mostrando que nuestros colegios no pasan de ser guarderías para nuestros hijos. Finalmente, en lugar de pensar como hacer para que una mayoría de trabajadores se beneficie del dinamismo que traerá el proceso de apertura nos preocupamos por garantizar los beneficios de una privilegiada minoría.