Los peruanos debemos ser una especie en extinción. Nunca habíamos llegamos a una transición política con la economía andando tan firme como ahora. Esta semana el INEI anuncia que la tasa de desempleo es la menor en los últimos 5 años, que la economía sigue un ritmo imparable de crecimiento, por encima del 6 por ciento. No obstante todo eso, la gente prefiere mirar de lado y señalar que el país lo que necesita es alguien con botas en vez de zapatos porque hay que mandar de una “patadita” a algunos cuantos. No estoy en contra de sanciones ejemplares pero me abruma lo emocional que puede ser el voto en el Perú. Me viene a la mente mi primera –y creo única- visita al hipódromo a la edad de 12 años con mi tío. El nos dio dinero y nos dijo –a mi primo y a mi- que apostáramos por el caballo que quisiéramos. En lugar de preocuparnos por enterarnos de la historia del caballo optamos por apostar por el que tenía el nombre que sonaba más a ganador. Obviamente perdimos la plata. No sé que hubiéramos hecho si en lugar de que la plata venga de la billetera de mi tío hubiese venido de mis propinas.
Así me siento ahora en que los peruanos en lugar de hacer su trabajo y revisar lo que realmente ofrecen los candidatos están listos para votar por el candidato que le mueve más el corazón.
El Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard me ha encargado dirigir la redacción de un libro que explique porqué la economía peruana ha crecido de la manera que ha crecido. Es decir, porqué el Perú se estancó en los setenta y en los ochenta. ¿Por qué despegamos en los noventa? ¿Por qué no aguantamos de pie una crisis externa a pesar de haber estado creciendo? ¿Por qué hoy otra vez tenemos un marcado progreso? Estas creo que son preguntas relativamente fáciles de contestar.
Las que me resultan más complicadas de contestar son: ¿Por qué voluntariamente optamos por añadir más incertidumbre a la que ya de por si nos viene dada? ¿Por qué seguimos discutiendo cómo crecer si la evidencia internacional y la nuestra es tan obvia? De repente detrás de esto es una insuficiente gestión en materia de redistribución. Países como Chile se han desarrollado pero han empeorado sus indicadores de desigualdad. Es decir, los ricos se han hecho mucho más ricos que lo que han mejorado los pobres. ¿Es eso lo que nos hace estructuralmente inestables? Pero ¿cuál es la verdadera razón detrás de esa percepción? De repente es que la calidad del gasto público es tan mala que no sirve para igualar oportunidades entre los peruanos. Es decir, la calidad de la educación pública es incomparablemente peor que la educación privada y eso limita fundamentalmente el desarrollo de las familias más pobres del Perú.
Igualmente me resulta difícil responder a preguntas como ¿por qué no les queremos exigir cuentas a nuestras congresistas? ¿Por qué nos resignamos solamente a no reelegirlos al cabo de cinco años de pésimo desempeño? ¿No es eso acaso lo que venimos haciendo los últimos 25 años?
Muy interesante su post, profesor. ¿Podría saber las respuestas a esas preguntas relativamente fáciles de ser contestadas: por qué la economía se estancó durante los 70 y 80 y floreción durante los 90 y principios del siglo xxi?
ReplyDeleteMuchas gracias.
Saludos
Alejandro
Lo discuto en un paper con Eliana Carranza y Jorge Fernandez-Baca que está en mi website. Dale una mirada y comenta tus impresiones.
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