Me causa gracia que ahora que Evo Morales se decidió por nacionalizar los recursos de gas y petróleo con fuerzas militares incluidas, la gente del Partido Nacionalista sufre para decir que lo que van a hacer es igual pero distinto. Aparece un representante y dice que lo que van a hacer es nacionalizar y eso no tiene nada que ver con estatizar o confiscar. Sale otro y dice que en Bolivia no se ha conversado con las empresas y que aquí de lo que se trata es de conversar con las empresas y que solitas acepten ganar menos. En ese sentido, Alan García ha dicho que esas políticas están pasadas de moda, que así no se hace. Pero también dijo algo muy importante, señaló que las empresas tenían que entender que están ante la siguiente alternativa: o lo pierden todo o pierden algo. Claro, puesto así cualquiera prefiere perder sólo un poco. Esa renegociación de contratos cuando no es voluntaria también es confiscación. Si una de las partes altera el contrato sin que la otra esté dispuesta a hacerlo eso es una confiscación simple y llanamente.
Esta confiscación puede disfrazarse de mil maneras pero siempre seguirá siendo confiscación cuando esta no sea voluntaria. Por ejemplo, puedo directamente entrar con tanques a los yacimientos de petróleo o mandar paracaidistas a tomar Camisea. También puedo obligar a la empresa a que acepte que parte de su capital sea del Estado. Otra forma es obligar a la empresa a venderle al Estado toda su producción y será el Estado quien le pagará un precio por esto. También puedo disfrazarla de un impuesto a las sobreganancias y decir que Estados Unidos también lo hace. Todas estas formas son confiscaciones en un sentido o en otro. Nadie niega que alguno de los contratos firmados sea perjudicial para el Estado y si fuera así debería ser renegociado. Pero el Estado no puede aprovechar su posición para hacer las cosas de manera arbitraria y sin consultar a los involucrados. Ese es su reto y su responsabilidad.
Vale la pena recordar que la institución del Congreso fue creada hace más de 600 años atrás justamente para evitar que los gobernantes autoritariamente confiscaran a los ciudadanos a través de impuestos. Los gobernantes podrán decir que es un acto de soberanía y seguirá siendo una confiscación. Podrán decir que esto servirá para terminar con la pobreza y no por eso dejará de ser una confiscación.
Pero pensemos por un momento por qué razones la gente dice que este tipo de políticas son un desastre. Lo primero es el tema de violación de contratos. Los países que no les importa respetar acuerdos entre dos partes no pueden esperar que las empresas estén dispuestas a invertir grandes sumas de dinero y menos en proyectos de largo aliento. Lo segundo es que una cosa es entrar a operar directamente las empresas y otra es fijar una serie de reglas de operación sin comprometer la administración privada. Pongamos los pies en la tierra y entendamos que (1) el Estado no tiene los recursos para pretender explorar en serio, (2) el verdadero sector estratégico del país es la educación donde lo que abunda es una pésima intervención del Estado. ¿Por qué no nos dedicamos a corregir lo que realmente está mal en el país en vez de seguir la fiesta del Chávez?
Publicado en El Comercio Mayo 11, 2006
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