Friday, March 21, 2008

¿A cuanto comprar algo que no vale nada?

Quisiera hacer una breve reflexión sobre lo que está pasando en Wall Street. Cualquier institución financiera tiene en su corazón la transformación de liquidez. Todas sin distinción toman liquidez de distintas fuentes y las convierten en instrumentos financieros que son valiosos para quienes los aceptan. Esos instrumentos financieros pueden ser tan simples como el primer depósito de ahorro de un niño hasta un complejo instrumento derivado. Lo que importa para su correcta valuación no es sólo su complejidad sino también su liquidez. Cuando el riesgo no es evaluado correctamente el precio de un activo no corresponderá a su verdadero valor. Si el riesgo de no pago de una hipoteca es mucho mayor que el que inicialmente pensaba podría estar sobrevaluando su verdadero valor.

Cuando una institución financiera acumula activos cuyo verdadero valor no es el que se suponía corresponde hacer aumentos de capital que le permitan mantener el volumen de operaciones. Ese aumento de capital en realidad es para reconocer que las pérdidas generarán una reducción en el capital de la empresa y por lo tanto lo más esperable es un recorte profundo en el crédito. El propio jefe de la Reserva Federal (Fed) se hizo académicamente famoso al describir como una pérdida en el valor de los activos que son utilizados como colaterales en los créditos amplifica las crisis financieras. Frente a estos problemas, la Fed inicialmente optó por pedir que las instituciones financieras efectivamente reconocieran públicamente cuanto de sus activos no valían lo que supuestamente valían y buscaran activamente inversionistas dispuestos a realizar estos aumentos de capital. De esta manera, vimos como capitales de países árabes y asiáticos tomaban posiciones en las distintas instituciones financieras de Wall Street, tanto en bancos como en instituciones no bancarias. Esto último es importante, pues la Fed sólo tiene capacidad de supervisión sobre la parte bancaria del sistema financiero, no así sobre la parte no bancaria.

El segundo paso de la Fed fue reducir las tasas de interés de corto plazo tratando de calmar a los mercados y de asegurar que no falte liquidez. En lo esencial su visión era que el sistema financiero enfrentaba un problema de liquidez y no de solvencia. Por lo tanto, se debía asegurar la adecuada provisión de liquidez para que una repentina sequía de liquidez no se transformara en un problema de solvencia. Con lo mismo en mente pero luego de una seguidilla de malas noticias la Fed optó por ir mucho más allá y abrir una fuente adicional de liquidez a todo el sistema financiero. Ofreció cambiar activos de dudoso valor por activos líquidos como los bonos del Tesoro americano con el compromiso de recompra al cabo de un mes. Es decir, permitió mejorar temporalmente el balance de dichas instituciones evitando reconocer pérdidas de capital que podrían sumir en la desesperación al resto del mercado.

Sin duda el mayor reto para el regulador de un sistema financiero es saber reconocer cuando el problema no es sólo de liquidez sino de solvencia. En dicho momento, debe asegurarse que los dueños del capital deberán pagar por las consecuencias de su mal manejo financiero. Si es que se recurre al salvataje público de la institución lo único que se estará haciendo es simple y llanamente una socialización de las pérdidas con el argumento de que esto se hace para favorecer la estabilidad del mercado. Lo cierto es que una acción de esta naturaleza lo que logra es impulsar a otros directores de instituciones financieras (el llamado riesgo moral) a tomar riesgos más allá de lo que la prudencia manda. Mientras haya alguien como la Fed que está dispuesto a pagar por activos que no valen nada se seguirá poniendo en riesgo todo el sistema. Hoy en Wall Street hace falta que más de uno pierda el patrimonio en lugar de que sea el Tesoro (más bien todos los contribuyentes) quien finalmente se haga cargo de papeles sin valor.

Publicado en El Comercio, Marzo 20, 2008

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