Thursday, May 01, 2008

Prohibiciones ciegas

El mundo está hambriento. El desarrollo de las economías con las mayores poblaciones en el mundo ha generado no sólo una creciente demanda por metales sino por comida. El que millones de chinos e hindúes salgan de la pobreza les ha permitido dar un salto en sus condiciones de vida. Lo primero que han demandado es comer más. La economía china que sigue su paso a toda marcha ahora convive con una inflación de más de 8% y una inflación de alimentos que ya está por encima del 20%. Los gobiernos se desesperan al ver que la inflación de los alimentos se dispara porque tiene un impacto directo en el bienestar de los más pobres y por lo tanto en la popularidad del gobierno. Cualquiera que lee los diarios habrá visto que en más de 30 países en el mundo hay protestas en las calles por culpa de esta situación.

Pero la desesperación no es precisamente la mejor consejera y menos cuando se trata de política económica. Frente a estos hechos varios gobiernos no han encontrado mejor alternativa para evitar que la demanda de otros países presione los precios internos de los productos agrícolas que restringiendo las exportaciones de dichos bienes. La lógica es clara: mientras menos bocas estén dispuestas a pagar por mis productos el precio debería bajar.

En línea con lo señalado los gobiernos de Argentina, China, Egipto, India, Indonesia, Kazajstán, Malawi, Rusia, Serbia, Ucrania y Vietnam han introducido ya sea impuestos a las exportaciones de alimentos o prohibiciones totales de las mismas. El impacto de esta medida termina agravando el problema en lugar de solucionarlo.

Lamentablemente la respuesta de los mercados no es como muchos gobernantes quisieran. Las restricciones de exportación tienen una serie de efectos no deseados que terminan dominando sobre el aparente efecto deseado con el que fueron establecidos. Es decir, es un clásico tiro por la culata. Expliquemos con detalle el asunto. Para empezar la restricción de exportación reduce drásticamente los incentivos de los productores que estaban sembrando y exportando dichos bienes. En lugar de aumentar la oferta dado el contexto de precios altos se les reduce la rentabilidad con lo cual el problema futuro será aún peor que el actual.

En la gran mayoría de los casos la producción local es más que suficiente para satisfacer la demanda local así que se está hablando en realidad de exportar los excedentes. No por un tema de nacionalismo sino porque no se tienen que incurrir en fletes tan altos que reducen la rentabilidad. No olvidemos que estos son commodities, es decir, bienes estandarizados. No es que estemos exportando fresas orgánicas o camu-camu tropical. Los precios que distintos mercados están dispuestos a pagar están más asociados a los fletes extra que hay que pagar y no a la capacidad de pago de sus consumidores.

Pero la prohibición es ciega y olvida que lo primero que genera es un fuerte incentivo al contrabando ilegal a aquellos países desde donde sí se puede exportar. No sé si se acuerdan cuando hace varios años atrás Bolivia decidió prohibir la exportación de estaño y terminamos viendo como el Perú se volvió de la noche a la mañana en importante exportador de estaño, cosa que nunca habíamos sido. Hace unos días Ucrania cambió su decisión y levantó la prohibición de exportación de cereales. Esperemos que los demás gobiernos entren en razón y no en desesperación.

Publicado en El Comercio Mayo 1, 2008

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