Esta mañana mientras lea esta columna ya se habrá enterado de la última encuesta que circula a pesar de la inútil prohibición y sabrá si su voto reflejará o no la posición de la mayoría. Por un momento ignoremos la elección e intentemos hacer un apurado balance de lo que estas elecciones nos dejan. Lo más importante de todo es que aún somos un país donde sorpresas muy costosas aún son posibles. Los electores están dispuestos a apoyar a quienes ofrecen grandes giros en la política económica incluyendo modificaciones a la Constitución. En realidad, tendremos que esperar a la elección del bicentenario para ver si en efecto después de 200 años empezamos a ser un país maduro y estable. Esto es malo porque nos pone en el saco de países inherentemente riesgosos.
Una segunda lección es lo mucho que nos cuesta como país no tener un sistema de partidos funcional. Si en alguna institución aún no podemos confiar es en los partidos. No tienen posición fija. Pueden decir A como Z sin despeinarse. Pueden apoyar al partido contrario con la misma facilidad con la que buscan hundirlo. No están dispuestos a asociarse con el movimiento más cercano en primera vuelta pero están dispuestos a hacerlo en la segunda vuelta inclusive con el que criticaron agriamente. Elegimos candidatos al Congreso como si fuera un programa concurso. Los líderes hacen poco esfuerzo por filtrar candidatos que luego sin duda los avergonzarán. De repente lo más fácil es tener una puerta de salida tan grande como la puerta de entrada y ser intolerantes al más mínimo signo de que ese congresista no debería estar.
Una última lección pero no por ello menos importante es que por más que la Comisión de la Verdad y Reconciliación quiso que el país entrase a un proceso de comprender lo actuado, valorar los logros y errores y mirar al futuro como un solo país con una misión común. Parecemos una nación parada una mitad mirando a la otra desde el borde de un abismo de un gran cañón. En lugar de construir puentes se enfatizan las diferencias. En lugar de trabajar con un objetivo común se prioriza lo accesorio, la denuncia, lo que nos divide. Ojalá que a partir del lunes, todos pensemos en explicar, escuchar, convencer en base a la verdad, exigir, ceder, aceptar, y construir lo que queremos ser como país.
Publicado en El Comercio Junio 4, 2011
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