Esta
semana Colombia debió festejar el inicio del Tratado de Libre Comercio con los
Estados Unidos, pero un criminal ataque terrorista contra un ex ministro fue la
portada del dia. Después de una dura y prolongada negociación Colombia logró
poner en marcha este tratado que explica buena parte de este boom que vive una
economía que se estuvo preparando para este momento.
Sin
embargo, y esto no es para aguar la fiesta aún más, lo cierto es que los países
que buscan ser abiertos al mundo ya no son una minoría sino una mayoría y las
ganancias por reducción de aranceles son mucho menores a las que años atrás
podrían haberse obtenido.
Estos
tratados sirven para que los consensos pro-apertura se vuelvan permanentes y
eso es fundamental para la promoción de mayor inversión en nuestros países
donde la estabilidad jurídica está tan mal tratada. Además, los tratados de
libre comercio no sólo reducen aranceles sino que promueven mejores prácticas
laborales, ambientales, entre otras cosas.
Pero el
punto que quisiera hacer es que cada vez que logramos una meta hay que
inmediatamente pensar en cual es la siguiente meta a alcanzar. A mi juicio, la
siguiente meta está íntimamente ligada a temas de comercio, pues finalmente es
otra forma de arancel. Me refiero a los costos de transporte. Un producto que
debe pagar un alto arancel deja de ser competitivo y por eso no se comercializa
en otros mercados. Un producto que para comercializarlo enfrenta unos costos
elevados de transporte no llega a un precio que puede competir en los mercados
de destino. Esos costos de transporte tienen el mismo impacto que un impuesto.
Hacen menos competitivo el producto en el mercado de destino y por lo tanto
desincentivan el comercio y reducen la inversión en dichos sectores.
Pero los
costos de transporte no son igual de importantes para todos los productos. Lo
que importa es el ratio precio a peso. Si el producto vale muy poco relativo a
su peso, excesivos costos de transporte harán que dicho producto no pueda ser
comercializado de manera rentable. Piensen en casi cualquier producto saliendo
del VRAE. Es tan caro el transporte que salvo cosas como las drogas pueden ser
suficientemente rentables para afrontar los enormes costos de transporte.
Los
gobiernos de la región necesitan iniciar en serio un programa de puesta a punto
de nuestra infraestructura para reducir significativamente esos costos de
transporte. Uno de los resultados que muestra la experiencia internacional es que
los países que tienen altos costos de transporte no pueden diversificar su
oferta. Termina siendo un freno importante a algo que es fundamental para no
sólo mejorar nuestro desarrollo sino hacerlo menos volátil. Dada nuestra oferta limitada oferta de
productos (en términos relativos a los países desarrollados) hace falta un
trabajo decidido para impulsar la construcción de infraestructura necesaria
para hacer rentables un sin fin de proyectos empresariales que hoy simplemente
no es posible hacerlos.
Para la
mayoría de los países de la región ya no es un problema de falta de recursos lo
que impide que se cierren las brechas de infraestructura. Inversionistas
interesados y recursos no faltan. Los gobiernos de la región no parecen estar a
la altura del problema por ahora.
Publicado en El Comercio, Mayo 19, 2012