En un país de surfistas sobre
olas y de surfistas sobre presupuestos familiares todos deberíamos comprender la
importancia y el valor del equilibrio y de la persistencia. Cada acción que
tomamos parados en la tabla, cada decisión sobre nuestras finanzas familiares
tiene un impacto en el equilibrio. Corremos el riesgo de caernos al agua, o
caer en bancarrota si es que nuestras acciones son demasiado violentas, radicales,
impensadas. Puede que eso nos lleve a que nos cataloguen a que llevamos una
vida aburrida o que nos falta ese poco de atrevimiento e imprudencia para ser
más como Sofia Mulanovich. Lo cierto es que inclusive ella sabe cuando vale la
pena intentar algo más atrevido sobre la tabla y cuando simplemente va a
conducirla al agua. Debemos actuar
basados en saber el costo y el beneficio de nuestras potenciales acciones.
Pero el segundo concepto está
ligado al primero. Así como es crucial en la vida de una familia y de un
surfista aprender a controlar su equilibrio, también es fundamental aprender el
valor de persistir. De nada le vale a una familia administrar sus finanzas de
manera impecable un año para el siguiente desbandarse en gastos que en realidad
no podrán ser financiados. Ese desvío de
un año lo más probable tendrá un impacto no sólo en ese año forzando a la
familia a recurrir a recortes en otros gastos que inicialmente no hubiesen
querido aceptar, también tendrán un impacto en los años sucesivos. Por ello, la
prudencia en las finanzas personales no es algo que debe hacerse
ocasionalmente, el verdadero valor está en ser siempre prudentes, en la
perseverancia. Eso es lo que nos permite tener un riesgo crediticio muy bajo, y
nos permite darnos gustos a precios más cómodos. La perseverancia y el
equilibrio están estrechamente relacionados entre sí. El surfista sabe que a
pesar de haberse caído en la última ola, debe levantarse y volver a intentar
para que su lectura de las olas sea el más cercano a permitirle tomar esos
riesgos controlados. De nada le valdría al surfista cambiar de playa cada vez
que las olas de una playa lo tiran al mar más de lo que el quisiera.
En el último reporte de la
Oficina del Economista Jefe para América Latina del Banco Mundial se plantea la
necesidad de que la región debe entender que ahora ya no se crecerá con viento
de cola, sino que le toca remar si quiere seguir creciendo. Es decir, la región
debe esforzarse más en emprender esas reformas que hagan sus economías más competitivas.
Hoy no sirve confiar en que la inercia de la demanda mundial o de las reformas
hechas en el pasado sean suficientes para sostener las tasas de crecimiento.
Tampoco se puede confiar en que el mercado, inversionistas y consumidores
estarán tranquilos o pasarán por alto tanto la inacción de los gobiernos como
acciones claramente inesperadas. Los gobiernos tienen un margen de acción mucho
más estrecho que el que quisieran. Están bajo constante monitoreo. Cualquier
acción que rompa el equilibrio de lo esperable o deseable o cualquier falta de
perseverancia serán tomadas en cuenta y serán la base para las decisiones de
inversión. Cuando no hay olas cualquiera
se puede parar sobre una tabla. Ese escenario hace rato ya no está disponible
para los gobiernos de la región.
Publicado en El Comercio Mayo 4, 2013
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