Un reciente
libro (McLean, 2013) discute no sólo porqué Australia prosperó hace algo más de
150 años sino por qué nunca dejó de ser una economía desarrollada a pesar de
que sus altos ingresos se debieron a la abundancia de recursos naturales. Australia siendo aún la colonia penal
británica tuvo un ingreso por habitante mayor al de cualquier economía en el
mundo luego del boom de la lana de oveja y el descubrimiento de enormes
yacimientos de oro. No obstante, lo
interesante del caso australiano es que si bien muchos países tienen abundantes
recursos naturales la mayoría no ha podido salir del subdesarrollo, mucho menos
sostener su nivel de riqueza. ¿Qué lecciones ofrece Australia a los países de
América Latina que tienen abundantes recursos naturales pero que aún ninguno
figura en la lista de los países desarrollados?
Una primera
lección mirando su historia es que Australia casi siempre creció cuando la
economía mundial creció, gracias a estar comercial y financieramente integrada
al mundo. Aprovechó cada uno de los vientos a favor.
Una segunda
lección es la importancia de las instituciones en la promoción del crecimiento.
Australia pudo haber iniciado su historia concentrando en manos de pocos los
beneficios del boom del oro. Por el contrario, se optó por tener pequeños lotes
(6 metros cuadrados) para que muchos accedieran
a la posibilidad de encontrar oro. Como los descubrimientos de oro fueron de
tipo aluvial no se necesitaba más tecnología que una pala y un cernidor. Esto
permitió que el modelo de pequeñas parcelas pudiera ser rentable. Mucho tiempo
después este sistema convivió con grandes empresas con mejores tecnologías. En ese momento tuvo un Estado que supo cobrar
impuestos y redistribuirlos.
Una tercera
lección fue que la minería no fue el único motor del crecimiento australiano.
Tan importante como el oro fue la actividad asociada al ganado ovino. A lo
largo de los años, Australia tuvo siempre la capacidad de ajustarse a mejores
condiciones externas para uno u otro producto.
Una cuarta
lección es que el gobierno invirtió las ganancias de la explotación del oro no
sólo en cosas que brindaran bienestar en el presente, sino que al hacerlo en
infraestructura permitió que la bonanza se compartiera con las generaciones
futuras. Es decir, se aumentó la productividad de los futuros emprendimientos
en todos los sectores de la economía.
Australia
también aprendió por el camino del error lo costoso que es para una pequeña
economía cerrarse al mundo a través de altos aranceles y supo desmontarlos para
aumentar su productividad. Supo aprovechar el boom de la postguerra, el renacimiento de Japón y el reciente boom
producto de China. Supo construir una mayor flexibilidad y resiliencia frente a
las crisis externas. Para esto fue clave
sus reformas pro-competitividad así como su manejo macroeconómico impecable.
Finalmente hay
elementos de instituciones políticas que son críticos a este exitoso proceso. Para
empezar, ningún grupo económico tuvo control absoluto de la política y eso
permitió un crecimiento más balanceado en todo sentido. No hubo apropiación exagerada de las rentas
ni una falta de preocupación por el futuro. Los australianos siempre fueron conscientes
que esta riqueza es solo un regalo transitorio.
Publicado en El Comercio, Febrero 23, 2013
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