América Latina
vive una prosperidad sin precedentes y por ello hoy se discute cuál es la mejor
forma de administrar dicha abundancia. En la última década, los precios de
nuestros commodities se multiplicaron –en promedio- por cuatro. Y como si ese
impulso no bastara, la región ha enfrentado las tasas de interés más bajas de
toda su historia. Si uno considera ambos aspectos, no es difícil entender los
flujos masivos de capitales que llegan a la región. A pesar de que algunos países
tienen una retórica muy negativa hacia los capitales privados o una situación
política compleja, igual han podido emitir bonos soberanos en los mercados
internacionales de capitales.
El problema está
en qué hacer con dicha riqueza. Empecemos diciendo que dependiendo de la
organización institucional de cada país esa riqueza terminará alojada en el
gobierno o en el Banco Central. En algunos países está en ambos lados. Algunos
países de la región han optado por gastar cada dólar que entra en temas que
pueden ser considerados como esenciales para incrementar la productividad de
toda la economía en su conjunto. Por ejemplo, han mejorado la red de transporte
o la generación de energía eléctrica. Para ello, han decidido que sea el propio
Estado el que se encargue de la obra pública dejando poco espacio para el sector
privado. Otros en cambio se han apoyado más en el sector privado limitando de
esta manera los recursos que el Estado destina para esta tarea, y también
limitando el riesgo para el propio Estado.
En otros casos,
se han hecho apuestas muy agresivas en ciertos sectores y se han otorgado
recursos públicos para alguna actividad en particular con la justificación de
que dicha actividad es estratégica o porque es una oportunidad que no se puede
desarrollar si el Estado no lo hace.
Otros países en
cambio, han optado por actitudes más conservadoras frente al boom. Parte de los
recursos los han ahorrado. Dichas autoridades no creen que estemos frente a un escenario
donde los precios de nuestros commodities siempre serán más altos, sino que
eventualmente esos precios que se multiplicaron por cuatro en la última década,
pueden caer a niveles menos ventajosos. Lo cierto es que en la región hay
quienes han ahorrado sabiendo donde, y a qué plazos invertirlo; y otros, que
han ahorrado un poco por incapacidad en la ejecución de dichos recursos. En la
mayoría de los casos no es para nada claro que en caso de necesidad de gastar
dichos recursos se tenga claridad respecto a cómo hacerlo de manera efectiva. Otros
menos conservadores han seguido la estrategia de utilizar un mismo paraguas
para varios riesgos, con el consiguiente debilitamiento de la protección del
paraguas.
¿Cuál es la
mejor estrategia para administrar la abundancia? ¿Confiar en la capacidad
estatal para llevar adelante proyectos en temas tan complejos como exploración
y explotación de minería, gas, y petróleo, o dejar que los incentivos de una
potencial alta rentabilidad hagan que el sector privado desarrolle proyectos de
alto riesgo? ¿Qué tanta prudencia es suficiente ante la incertidumbre de la
duración de los años de vacas gordas? Lo cierto es que esta abundancia no será
permanente. En los próximos años volverá a ser más difícil crecer y resolver
los problemas que dejemos pendientes.
Publicado en El Comercio, Febrero 9, 2013
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