Thursday, August 25, 2005

¿Y los informales?

En los debates de temas de interés público típicamente se trata de escuchar la opinión de todas las partes. Un grupo que no puede faltar son los directamente afectados por el cambio en la política pública. Es curioso que en el debate de cómo hacer que las empresas ofrezcan una mayor proporción de empleo formal nadie les acerque un micrófono a aquellos que hoy justamente no tienen un empleo formal. Aquellos que no tienen 30 o 15 días de vacaciones. Ellos sencillamente no tienen vacaciones, ni CTS, ni seguridad social, nada, de nada. Sólo un salario, el cual si es pagado con puntualidad implica ponerle una velita más a la santa patrona.

En toda discusión se tiende a exagerar de cada lado. Si bien es cierto que la gran mayoría de la población tiene un contrato informal de trabajo también es cierto que muchos de ellos son independientes y por lo tanto jamás tendrán un contrato con vacaciones, CTS, seguridad social o cosas por el estilo. A ellos podría no importarles que se perfeccione la norma que regula los contratos formales. Lo cierto es que eso es parcialmente cierto. ¿Por qué? La razón es simple, muchos de los trabajadores que hoy están en el mercado de trabajos informales también podrían buscar un empleo formal, al no conseguirlo terminaron siendo informales. Muchas veces ellos tienen que decidir entre un trabajo que les ofrece un contrato formal y otro informal. Un contrato formal puede pagar menos (por todos los descuentos de ley) que el otro y hará más difícil la decisión para el trabajador.

Como en muchos problemas la gente con más problemas es la que está con un pie en cada lado. Los que pueden estar bajo un contrato formal pero no pueden acceder a uno y los que pudiendo estar en un contrato formal optan por un contrato informal. En ambos casos el problema es que los números no dan.

En el primer caso, es la empresa a la que los números no le dan para pagar un contrato formal. No es que el trabajador no valga la pena y no sea de interés de la empresa de retenerlo, sencillamente la empresa no es lo suficientemente rentable para poder cubrir los costos de un contrato formal. Pero el problema no sólo está en el costo de entrar al mercado laboral, también importa el costo de salir del mismo. La empresa podría argumentar que dada su precaria capacidad de generación de ingresos no tiene lógica atarse a un trabajador que le costaría mucho despedir si estuviese bajo un contrato formal. Es por esto que los cambios propuestos no sólo deben actuar sobre los costos de entrada sino también sobre los de salida.

En el segundo caso, es el trabajador al que no le conviene el contrato formal. Más preocupado por las urgencias de tener un mayor salario –hoy- frente a tener algo de protección –mañana-, opta por un contrato informal. Una sola frase sobre la oportunidad de discutir este tema en esta coyuntura. ¡Maduremos! Es ridículo escuchar que hay temas que no se pueden discutir porque los congresistas están pensando en las elecciones. Entonces, ¿para que tenemos congresistas elegidos por 5 años? Si no pueden discutir apropiadamente estos temas que el último año se vayan a su casa o a hacer campaña para su reelección y nos ahorramos sus sueldos.

Publicado en El Comercio, Agosto 25, 2005

Thursday, August 18, 2005

El poder de los incentivos

Luego del lanzamiento de la nueva AFP el mercado de la administración privada de fondos de pensiones ha tomado un dinamismo que muchos ansiábamos ver hace bastante. Quisiera hacer tres reflexiones sobre este tema. La primera es insistir en que la base de la competencia al interior del mercado de administración de fondos previsionales se basa en que cualquier nueva empresa pueda desafiar a las empresas existentes. A lo que me refiero es que las condiciones de mercado deben favorecer que sea fácil entrar al mismo. En economía se dice que no debe haber barreras a la entrada imposibles de franquear. Si para entrar a competir en un mercado se necesita 300 autorizaciones distintas o un permiso de las empresas ya existentes difícilmente veremos una nueva empresa en ese sector. En el caso de las AFP las barreras a la entrada no eran altas.

Las principales “barreras a la entrada” eran: (1) una sensación de que el sistema privado de pensiones estaba bajo constante amenaza legislativa; (2) el mercado potencial de nuevos afiliados es muy chico. Nadie quiere lanzarse a gestionar una empresa donde lo que importa es el largo plazo, pero no se sabe si las reglas serán las existentes o unas diametralmente distintas. Nadie quiere formar una empresa donde sabe que el tamaño de mercado depende del tamaño de un sector formal que prácticamente no ha crecido.

Esto nos lleva a la segunda reflexión. ¿Porque no pasó esto antes? Yo diría que hay dos efectos que han jugado en contra de un mayor dinamismo competitivo en el mercado de AFP. Uno: competir exige diferenciarse. Dos: competir exige libertad de elección. Si uno observa un mercado donde hay muy poco margen para ofrecer algo distinto a lo que ya ofrecen las demás difícilmente se lanzará a la piscina. ¿Por qué nuestros nuevos chefs siguen abriendo restaurantes en Lima? Básicamente porque creen que lo que ellos ofrezcan será distinto a lo que hay y le quitarán un pedazo de ese mercado a los actuales restaurantes. Para eso se necesita que los clientes puedan moverse libremente de un restaurante a otro. Si la regulación me obliga a almorzar en el mismo restaurante todo el año, o si debo pedir un permiso para cambiar de restaurante estoy creando condiciones de mercado que no favorecen la competencia. La SBS ha venido cambiando las regulaciones para que esto en efecto suceda: mayor libertad en los traspasos, la creación de los multifondos y la posibilidad de los descuentos por permanencia.

La última reflexión es remarcar el poder los incentivos de mercado. Muchos criticaron el tamaño de las utilidades de las AFP. Pero son precisamente esas utilidades las que han activado todo lo que hoy estamos viendo. Todo este escenario de renovada competencia hubiera sido impensable si el Congreso aprobaba proyectos de ley como los que proponían que la comisión sea no mayor a 1 por ciento, o el que proponía que el Estado debe tener su propia AFP con reglas distintas a las de las AFP privadas. La competencia funciona cuando dejan que los incentivos funcionen. Hoy los afiliados al Sistema Privado de Pensiones están mucho mejor servidos gracias a la competencia. ¿En qué estarán pensando los afiliados al Sistema Nacional de Pensiones?

Publicado en El Comercio, Agosto 18, 2005

Thursday, August 11, 2005

El jamón de la interoceánica

El presidente Toledo contra viento y marea ha firmado el contrato de la carretera interoceánica. Como diría Alejandro Sanz, le ha valido madre todos los cuestionamientos técnicos que varios hemos hecho públicamente. Ninguno de los que nos opusimos a la firma del contrato “tal cual están las cosas” nos oponemos en principio a que se destinen recursos a hacer, o mejorar digamos, la carretera interoceánica para comunicarnos con nuestros vecinos brasileros o a hacer más macho al Tren Macho.

El problema es uno y solamente uno. Imagínense que el director del colegio de su hijo le avisa que las pensiones subirán porque ha decidido que, frente a los airados reclamos de dotar de mayor seguridad al colegio, sería una gran idea invertir 800 millones de dólares en mejorar la infraestructura del colegio y hacer de la escuela un bunker capaz de resistir un ataque nuclear. Inmediatamente diríamos que esto no tiene sentido y que jamás pondremos un sol por que el proyecto no se justifica. Los beneficios que traerá el proyecto no son significativos más allá de lo que pueda pensar algún padre terriblemente paranoico. Más de uno le sugerirá al director que porqué no plantea hacer algo que si valga la pena y que los padres puedan costear dados sus ingresos.

¿No le quedó claro? Intento con otro ejemplo. Ahora usted acaba de probar su primera camioneta 4x4 y ya está decidido a comprarla. Pero antes de cerrar el trato el vendedor le dice “usted debería ponerle un sistema de luces especiales que nos acaban de llegar de Italia, son lo máximo si usted tiene que atravesar túneles muy largos como los que pasa el Tren Macho”. Usted fue solo al concesionario así que no tiene a quien preguntarle si lo que acaba de escuchar es el más grande disparate o si en verdad usted debería pagar los 3 mil dólares adicionales que cuestan los benditos focos anti-neblina-dentro-de-túnel-recién-llegados-de-Italia. En ese instante la duda lo asalta (además de lo que ya le está haciendo el vendedor) y le dice al vendedor: “sabe, me encantarían las luces que me ofrece, pero la plata no me alcanza”. Y usted siente que con eso alejó el peligro. Nada más lejos de la verdad. El vendedor retruca instantáneamente como si hubiese intuido su reacción: “pero si nosotros se lo financiamos”. En un último intento, usted le dice: “Déjeme consultarlo con alguien que sepa de esto”. Aún más rápido el vendedor le dice: “No. El tiempo apremia. El financiamiento sólo se lo puedo garantizar hoy”. Usted, desarmado de argumentos y carente de alguna opinión técnica que refute al vendedor, firma el contrato, pagadero en cómodas cuotas por el resto de su vida. Así es, la próxima vez que algún desubicado le prenda unos focos anti-neblina-dentro-de-túnel-recién-llegados-de-Italia en el túnel de la Herradura usted ya sabe quien es.

¿Aun no me dejo entender? Va mi último intento. Tengo un amigo que cuando vamos a comer un sándwich el paga un sándwich mixto pero pide que le quiten el jamón. Es decir, le dan un sándwich de queso. ¿Por qué hace eso? Porque lo que a él efectivamente le gusta es el sándwich de queso. En otras palabras, no le da ningún uso al jamón. Le basta con el queso. Bueno asfaltar la interoceánica es el jamón del sándwich de mi amigo. Para los que aun no entienden el título original de esta columna era: “El fin no justifica gastarse todos los medios”.


Publicado en El Comercio, Agosto 11, 2005

Thursday, August 04, 2005

Reflexiones después de Fiestas Patrias

Como Director del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico no puedo dejar de compartir algunas reflexiones con ustedes luego de estos días de discursos llenos de cifras y de pocas explicaciones. Lo primero es que el resultado principal del estudio que hicieron mis colegas, Carlos Casas y Gustavo Yamada, es que contra lo que uno podría haber imaginado el crecimiento de la economía peruana no se ha reflejado de manera uniforme en toda la población. Por el contrario, hay dos sectores de la población que sí la han visto (y sentido) y otro (bastante grande) que no. Lo segundo es que típicamente en los momentos de auge de nuestra economía este crecimiento beneficiaba marginalmente a los realmente pobres. En este caso, eso es exactamente al revés. Quienes han visto aumentar sus ingresos de manera más significativa son los más pobres entre los pobres. Es decir, los pobres rurales. Los que no están en las ciudades. Esos que no leerán está columna.

Este resultado es muy bueno de destacar porque somos un país partido en dos y típicamente ellos no tienen voz, a ellos no los entrevistan, a ellos no los visitan los políticos más que antes de una votación. Ellos han aumentado sus ingresos y por lo tanto la pobreza rural se ha reducido. Aquí cabe una primera pregunta: ¿ha sido suficiente? Obviamente que no. Y la razón no sólo es que sus ingresos deberían aumentar más para salir de la pobreza sino que ¿mejoró la calidad de la educación en esas zonas?, ¿mejoró la infraestructura pública? Probablemente aún no.

En tercer lugar, hay un gran sector de la población: diríamos los limeños con ingresos entre 500 y 1500 soles quienes no han visto incrementar sus ingresos a pesar que la economía peruana ha crecido cuatro años seguidos de manera sostenida. Esto es raro y merece una explicación. El estudio aquí no entra en mayor detalle porque buscó medir más que explicar. Una posible hipótesis es que la inversión privada se rezagó en este proceso de crecimiento y cuando se dinamizó lo hizo mayormente en las zonas fuera de Lima.

El presidente mencionó que se han creado un millón setecientos mil empleos entre el 2001 y el 2004. Ese es un buen resultado pero que oculta que menos de 600 mil de esos empleos son adecuados. Es decir, empleos en los cuales los trabajadores tendrán una remuneración mayor al de una canasta mínima de consumo. Les recuerdo que crecimos 4 años seguidos a 5% en promedio. Y ni así podemos generar más empleo adecuado. Algo más debe estar faltando, ¿no? El gobierno (una parte al menos) quiere aprobar una reforma laboral que permita sea más fácil hacerlo. El problema es que la otra parte del gobierno quiere hacer todo lo contrario.

Para mi la mayor ausencia en lo económico fue explicarle a la ciudadanía como se había logrado obtener estos resultados: (1) un excelente entorno internacional, (2) el rol del ATPDEA en abrir mercados a nuestros productos, (3) prudencia fiscal, al menos más allá de lo que se esperaba en un inicio del gobierno, (4) estabilidad monetaria. ¿Si esa receta funcionó porqué no insistir con ella y apoyar firmemente el tratado de libre comercio? ¿Por qué no concentrarse en lo que aún falta por hacer? ¿Por qué echar a perder lo avanzado?

Publicado en El Comercio, Agosto 4, 2005

Monday, August 01, 2005

Estudio del CIUP sobre chorreo (link to file)

http://www.mef.gob.pe/propuesta/DGAES/doc001072005.pdf