Thursday, April 20, 2006

Falsos evangelios

Uno de los problemas que han sufrido países como el Perú es que los candidatos tienen un discurso en la campaña que les permite ganar la elección y luego de ceñirse la banda presidencial hacen exactamente lo opuesto. La explicación de este hecho está asociado a la inmadurez no de la gente sino de los propios partidos políticos. Estos partidos en lugar de ser defensores de un conjunto de ideas son más bien defensores de su presencia en el espacio político y todo lo que eso significa. Basta recordar lo rápido que Fujimori puso en práctica el shock en 1990 a pesar de jurar que el jamás lo haría. Recuerden la escopeta de dos cañones de los apristas, o los problemas de los miembros de la bancada de Perú Posible cuando un periodista los asediaba para que le explique las “bases ideológicas” del toledismo. Lo mismo pasaría si uno le toma examen sobre qué significa ser nacionalista a los parlamentarios electos por Humala.

Cuando los distintos reporteros le han preguntado al candidato sobre que significa ser nacionalista sus respuestas son más bien evasivas. Para los que temen sus aplausos a Velasco, nos ha dicho que nacionalismo no es estatismo ni expropiación. En realidad, nos ha dicho que nacionalismo es defender los intereses de todos los ciudadanos, con énfasis en todos. Señala que el error está en haber dejado que sea el mercado quien decida las cosas. Ese es el culpable que el agro de los campesinos más pobres del Perú esté en ruinas, ahí está la verdadera causa de la postración de la industria nacional. Les gusta la “globalización solidaria” no la otra perversa forma de globalización que exige a empresas y ciudadanos a competir con lo extranjero.

En ese orden de cosas, la idea es que un Estado de carácter nacionalista no entregará nuestros preciosos recursos en manos de capitalistas que no cumplan con los requisitos de un gobierno nacionalista: que den empleo, que transfieran tecnología, que paguen impuestos y regalías y que respeten el medio ambiente. En realidad, no creo que nadie estaría en desacuerdo con estos cuatro requisitos. Ahí no está el problema. Mi profesor de microeconomía decía que todo el mundo tenía un precio pero que había que saber preguntar. Ese sí es el problema. Muchas de estas empresas tienen un contrato firmado con el Estado el cual establece un conjunto de reglas que ambos se comprometieron a respetar y no cambiar.

Por más que lo diga con medias verdades, modificar unilateralmente la participación del Estado en estas actividades no es más que una forma de expropiación. Si el Estado les dice a los dueños de una empresa que se reserva el derecho de vetar una importante decisión de inversión estará atentando contra los derechos de propiedad. Si desde el Estado impido repatriar las utilidades porque eso va en contra de “los intereses de la nación” eso es expropiación no importa cual sea la justificación. Por más maquillaje que ponga eso es pisotear los derechos de propiedad. Los gobiernos que han seguido esa ruta han espantado la inversión. Nacionalismo es defender a los peruanos, incluyendo a aquellos que quieren hacer empresa sin depender del Estado para ser o no rentables. Lamentablemente, estos falsos evangelios prometen tierras prometidas cuando lo único que traerán es mayor pobreza y mayor exclusión, justo lo que querían combatir.

Publicado en El Comercio, Abril 20, 2006

Thursday, April 13, 2006

Mientras esperamos el conteo

Hoy resulta evidente que el resultado final de la elección de la primera vuelta no la sabremos sino hasta fines de mes. No sirvió la boca de urna, no sirven los conteos rápidos de uno u otro, ni tampoco los desesperadamente lentos avances de la ONPE. Así que dado que vamos a tener que pasar varios días creo que vale la pena dedicarse a algunas cosas que pueden ser más provechosas para el futuro cercano.

La primera es una recomendación para Alan y Lourdes. Ambos deben sentarse a conversar a partir de hoy. No tiene sentido esperar a mañana y tampoco a que el Jurado Nacional de Elecciones proclame quien será el que dispute la segunda vuelta con el comandante Humala y sus hasta ahora comandables. Ellos son los líderes de sus agrupaciones y hoy más que nunca hace falta que cumplan ese rol. ¿De qué hablar? Un solo tema: plantear un conjunto mínimo de propuestas, digamos cinco líneas maestras que se impulsarán en un eventual gobierno de alguno de los dos. O de los dos. Empezaría hablando de esas cinco líneas y nada más que eso. El resto del tiempo de la discusión debería ser sobre si efectivamente se puede gobernar juntos o separados pero no peleados. Ninguno de los dos tiene seguro el Congreso y por lo tanto tendrán que negociar cada proyecto complejo (o no) que pase desde el Ejecutivo. Esto sería una muestra inequívoca al pueblo que gobernar en democracia puede significar hacer las cosas importantes juntos. Las políticas adoptadas de manera arbitraria son fácilmente revertibles por el siguiente gobierno.

Lo segundo es una recomendación para los personeros de ambos partidos. ¡Hagan su trabajo y punto! Cada voto que consigan será bienvenido en sus agrupaciones y para eso están ahí. No sólo no hacen falta adelantos de proclamación sino que estos complican el escenario para que lo primero ocurra en un ambiente de tranquilidad y reflexión. Entre personeros no hay sino discusión permanente y está bien que eso sea así. Procuren hacerla dentro del JNE y no frente a las cámaras de televisión.

La tercera recomendación está dirigida a nosotros los ciudadanos. Este es un momento especialmente bueno para reflexionar. Vienen algunos días en los que estaremos un poco más lejos de las noticias y deberíamos pensar en que decisiones nos llevaron a estar en la situación en la que estamos. Por lo pronto varios candidatos luego del baño de humildad necesitan entender que solos no son nadie y que se requiere efectivos esfuerzos de sumar. Para ello se necesitan grandes dosis de apertura, tolerancia y saber priorizar cuáles son los temas fundamentales que permiten formar frentes comunes. Para el resto de peruanos se impone una dosis de reflexión para entender -de un lado del electorado- porqué ganó Humala (no Ulises ni Antauro, sino Ollanta). Del otro lado, hay uno de cada tres peruanos que debería pensar si en realidad vale la pena ignorar los vínculos visibles de Montesinos. Esos peruanos no sienten que hayan sido sus recursos los que fueron robados, para ellos la esperanza que ahora sí el presidente se acuerde de ellos es más que suficiente para arriesgar nuevamente por los improvisados.


Publicado en El Comercio Abril 13, 2006

Thursday, April 06, 2006

Los próximos cinco años

Ayer se cumplió un aniversario más de uno de los históricos saltos al vacío que el Perú ha dado en su historia reciente. En su momento, la mayoría de la población (me incluyo) consideramos que el golpe radical de timón era absolutamente necesario. A pesar de no haber vivido esos años en Perú la sensación de angustia de buscar en la tapa de los diarios argentinos si volvía a aparecer la esquina de la casa de mis padres bajo el titular “Sendero coloca coche bomba” creo que era razón suficiente para ignorar el respeto por las instituciones.

Es curioso pero uno podría decir que gran parte de la población estuvo a favor del autogolpe del 5 de abril porque sentía que los políticos no les daban lo que más necesitaban: la sensación que alguien se estaba haciendo cargo de eliminar el terrorismo. Hoy, lo que pide la mayoría es otra cosa pero igual que ayer la mayoría de la población no titubea cuando le preguntan por los detalles de los planteamientos. Por aquello que está más allá de los slogans, de las provocaciones para la plaza. Creo que esta comparación es un tanto injusta porque la sensación de descontrol, de desgobierno no son comparables con lo que vivimos a inicios de la década pasada. Sin duda, el gobierno no ha hecho una tarea eficiente pero tampoco es que la labor del gobierno haya sido un desastre completo. La angustia de muchos peruanos es que ahora algunos viven una etapa de bonanza que no comparten y por eso la bronca contra todo lo que parezca el orden establecido.

La economía peruana no crece porque el presidente lo quiere. Por suerte no es así. Es cierto que por diseño el poder del presidente es muy fuerte y muchas veces se impone al del Congreso, pero en la práctica seguimos siendo una economía pequeña y abierta. Por ello, cuando al resto del mundo le va mal es muy difícil que a nosotros nos vaya bien. Igualmente cuando las cosas van bien afuera (como en estos años) al Perú también le va bien. Claro está para muchos estas últimas dos frases no son ciertas. Para ellos no importa como les va el mundo, a ellos sólo les importa si es que la mano generosa del Presidente y del Estado los favoreció o no. Los gobiernos no han hecho lo suficiente para que todos podamos compartir el sentimiento de que es nuestro esfuerzo como país el que hace que nos vaya mejor que al mundo, no importa si las cosas afuera son más o menos complicadas. Nuestras recetas en lugar de integrar a esta amplia porción de la población típicamente ha sido darle mayores potestades a quien elegimos presidente confiados en que estaremos en la ruta de esa mano generosa. Realmente esa visión es terrible pues ciframos nuestro destino a una volátil voluntad ajena y no a nuestro esfuerzo y trabajo.

Es hora que los peruanos dejemos de creer que la historia se debe escribir a punta de golpes de timón. Es cierto que quien maneje el barco de nuestra economía deberá tener un norte claro y entender que poco se consigue si sólo se consigue para unos pocos. Para ello se necesita del esfuerzo de todos, en especial de los que hoy dicen que harían cualquier cosa por el Perú. Después del domingo los peruanos necesitamos que nuestros políticos entiendan de una buena vez que ellos se irán en cinco años y nosotros nos seguiremos quedando.

Publicado en El Comercio, Abril 6, 2006