No termino de entender el valor de un primer ministro que ha presentado hace más de una semana una renuncia calificada por el mismo como “prácticamente irrevocable”. Los jefes de gabinete están para eso, para ser jefes de un grupo de ministros. Están para liderar un grupo de trabajo con un horizonte pero con un conjunto mínimo de tareas y algunos objetivos concretos que deberán ser consultados con el propio presidente. Es obvio para todos que esa agenda y ese horizonte que pueden ser muy claros y precisos al inicio de un mandato con el tiempo se hacen más borrosos. Las tareas muy urgentes son las que llenan la agenda y el horizonte muy rápidamente pierde importancia porque deja de ser una variable que uno elija voluntariamente.
Creo que Simon era una persona con buena voluntad pero sin ninguna dirección. Sus cambios de idea podían ser tan abruptos como los de un chofer de combi en hora punta. Su ingreso fue precedido por un escándalo de corrupción. Sin embargo, han pasado casi nueve meses de dicho episodio y lo poco que queda en limpio es que Rómulo León hoy se irá a su casa. ¿Cuál es su mayor logro anticorrupción en estos nueve meses? Nada en concreto. El gabinete Simon no cuajó nunca. Fue un primer ministro fusible, y cual fusible, quemado se va.
Lo más complicado de su legado es que el final de su gestión ha pasado de conducir el país a ser el centro de una suerte de piñata party. Todos hacen fila para azotar al gobierno para ver cuantos premios pueden recolectar para ellos. Luego de varios hijos y varias fiestas infantiles todos sabemos que este tipo de fiestas no terminan bien. La piñata se termina por romper y queda en el suelo con destino al basurero y la fiesta nunca complace a todos. Algunos quedan con la sangre en el ojo viendo lo que el resto consiguió por golpear más certeramente y otros simplemente no saben decir basta.
El gobierno tiene dos largos años por delante donde el escenario internacional no proveerá buenas noticias como lo hizo en los dos primeros. Al contrario será una fuente de preocupación y tensión porque el empleo no abundará. Del mismo modo, serán años de menores ingresos fiscales y mayores angustias empresariales.
Esta semana toca cambio de gabinete. El próximo deberá marcar su agenda con prisa si no quiere ser visto como la nueva piñata a quien azotar. Temas abundan, pero si me preguntaran por uno en que la oposición puede quedar atrapada entre la demagogia y la presión popular es la reforma de los programas sociales. Empiecen instaurando un patrón único de beneficiarios para todos los programas. El tema no puede bloquearse sin quedar mal parado ante la opinión pública y los resultados pueden verse antes de que el primero de la fila agite amenazante su mazo hacia la piñata.
Publicado en El Comercio Julio 6, 2009
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