Tuesday, October 17, 2006

Hacia un nuevo pacto social

El sábado en Barcelona el Ministro de Economía fue comentarista en un seminario que trata de definir cual es la reforma fiscal necesaria para un nuevo pacto social. Si a usted le preguntaran cual es el pacto social vigente en el Perú probablemente padecería la misma contractura muscular de la que me estoy recuperando tratando de escribir algo razonable sobre el tema.

Para empezar se podría argumentar que la sociedad peruana se puso de acuerdo luego de muchas idas y vueltas en que quien esté al mando del gobierno cobre impuestos a empresas y personas. Con dichos recursos el gobierno debería tratar de atender parcialmente algunas de las necesidades básicas (y no tan básicas) de la población. De esta manera las personas y empresas sienten que lo que pagan de impuestos se refleja en vecindarios seguros, calles transitables, hospitales confiables, colegios que eduquen, etc. Claramente poco de eso pasa.

Normalmente nuestra actitud frente a un mal servicio es cambiar de proveedor, lo hacemos cuando cambiamos de restaurante, de nido para nuestros hijos, o de empleada doméstica cuando rompe el jarrón de la abuela o raya la mesa recién comprada. Sin embargo, nuestra actitud frente a un Estado que es un mal proveedor es más bien acomodaticia y tolerante. Aunque a algunos nos gusta alzar nuestra voz de protesta, una amplia mayoría acepta resignada la mala suerte de necesitar del Estado. Por último, y si realmente estamos enojados con el servicio le escribimos a El Comercio para que alguien haga algo. Pero si las cosas realmente están tan mal los medios de comunicación tendrían más denuncias que avisos clasificados. A veces, como ciudadanos lo que nos falta es información para poder pedir lo que realmente deberíamos pedirle al gobierno.

En nuestro actual pacto social, cada cinco años hacemos hígado y luego cambiamos nuestro voto casi resignados a que el que viene tampoco va a resolver nuestros problemas, pero fieles al castigo seguiremos pagando puntuales nuestros impuestos en cada galón de combustible, en cada entrada al cine y cada fin de mes con nuestro sueldo. Pero regresemos al tema de la charla del Ministro. Hoy tenemos un conjunto de impuestos por un lado y un conjunto de decisiones de gasto por otro. Si quisieran cambiarlos se tendría que presentar un presupuesto 2007 distinto. Pero el fondo del asunto va más allá que la pelea por unos millones más aquí y unos menos allá hoy o mañana. La pelea de fondo está en que los impuestos que ponemos tienen consecuencias en el crecimiento de largo plazo de la economía. Hay algunos que nos hacen menos competitivos, menos formales. Asimismo, hay exoneraciones para algunos pero no para otros y siempre deberíamos preguntarnos si ese sol vale la pena gastarlo en esa exoneración o de repente es mejor ahorrarlo o reducir nuestra abultada deuda.

Sería interesante saber quienes son los que se prefiere atender o dejar desatendido O si quieren verlo desde la otra cara de la medalla. ¿Quiénes son los que terminan recibiendo los impuestos que pagamos? Lo lógico sería que el gasto público funcione como un mecanismo que busque igualar oportunidades para las mayorías que tienen menos. Lo complicado del asunto es que la receta no pasa por subir los impuestos y tener más para gastar. De esa manera, nuestra estructura tributaria se hace menos atractiva a las inversiones y por lo tanto a futuras fuentes de generación de riqueza. Hace mucho que no somos una isla sino que somos parte de la economía global donde al consumidor le da lo mismo que su camisa la hayan hecho en Bangladesh, Guatemala o en el Perú si total la marca es la misma.

Publicado en El Comercio, Octubre 12, 2006

1 comment:

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