Thursday, September 28, 2006

La voluntad versus el mercado

No hace falta ser congresista para que a uno, me incluyo en la lista, sienta cierta fascinación por tener capacidad para cambiar las cosas que percibe como inadecuadas. Obviamente que sentados en una curul cualquier persona siente que pasa a ser su obligación el tratar de desatar nudos, remover obstáculos y cosas por el estilo. El problema no está en estas buenas intenciones mezcladas o no con cierta vanidad. El problema está en que cualquier decisión que se exprese en una modificación de las normas que afecte a algún mercado específico pueden tener efectos inclusive totalmente opuestos a los motivaron la iniciativa legislativa. La razón simplemente puede estar en que la nueva ley no modifica los verdaderos incentivos que determinan lo que pasa en dicho mercado. Pongamos un ejemplo para explicar a lo que me refiero.

Imagínense que alguna autoridad está preocupada por la calidad del pan que se vende en las panaderías. Frente a esta preocupante situación que afecta a una enorme mayoría de la población dicha autoridad no se le ocurre mejor idea que exigir que cada panadería será visitada por un inspector al inicio de la jornada. De este modo, este inspector verificará el proceso y certificará que el pan de dicha panadería se hace de la manera que “la ley manda”. La autoridad se sentirá feliz de estar resolviendo el problema que a diario enfrentan las familias al tener que consumir un pan de mala calidad. ¿Dónde están los problemas que la ley añade en lugar de resolver? Para empezar uno debería preguntarse quién será el que cubra el costo de tremenda supervisión. En segundo lugar, este sistema de supervisión genera una renta al inspector quien podría verse incentivado a “negociar” con el dueño de cada panadería para que por una suma razonable el inspector otorgue el certificado de calidad sin que el establecimiento se lo merezca. Es más, de repente alguien saldría con la idea que se necesita además un grupo de supervisores de estos inspectores y así sucesivamente. Todo esto podría llevar a que el número de panaderías caiga, sea más difícil obtener un pan de calidad y que el precio sea mucho mayor al que podría ser dado que se están añadiendo costos de transacción innecesarios.

El mercado sin que el Estado o alguna bien intencionada autoridad haya hecho algo muchas veces ya impuso su voz. Aquellas panaderías que ofrecen productos de baja calidad serán desplazadas por aquellas que logran combinar una escala de producción suficientemente alta con buenos productos a un precio razonable. Es decir, los consumidores de un lado votan con su dinero sobre cuáles son las panaderías que ofrecen un mejor producto a un precio razonable. Por otro lado, son los empresarios que potencialmente podrían abrir nuevas panaderías los que al ver un mercado mal atendido podrían interesarse en sacar del mercado a los participantes más precarios.

De repente la verdadera causa de la baja calidad del pan que se vendía en nuestro ejemplo era la existencia de un control de precios, o que el Estado había impuesto trabas burocráticas a la apertura de nuevas panaderías. Por ejemplo, (1) no se puede abrir una panadería muy cerca de alguna ya existente, o (2) para abrir una panadería hay que gastar una suma enorme en certificados o trámites innecesarios. Es decir, el Estado puede reducir la capacidad de que sean las propias fuerzas del mercado las que actúen en beneficio del consumidor. Muchas veces más que nuevas leyes, se necesita menos trabas e inclusive algunos problemas se resuelven con menos leyes y más mercado.

Publicado en El Comercio, Septiembre 28, 2006

Thursday, September 21, 2006

Entre la austeridad y la eficiencia

El Presidente García ha querido marcar una enorme diferencia anunciando desde el inicio de su gestión una cruzada por la austeridad en el manejo de los recursos públicos. El anuncio de sueldos más bajos para si mismo, ministros, congresistas y demás funcionarios públicos ha caído muy bien en la población. Nadie duda que había excesos y muchos trabajadores con remuneraciones por encima de lo que realmente debían ganar. Sin embargo, es difícil justificar que ciertos cargos de la administración deban tener sueldos cuyo límite sea no ganar más que el presidente. Ejemplo de ello es la dificultad que tuvo el gobierno en encontrar Presidente del Banco Central. ¿Cuánto vale tener un buen defensor de la estabilidad monetaria? ¿Así es como se va a consolidar la búsqueda del grado de inversión?

Entre los aspectos positivos del nuevo presupuesto destacan: (1) la voluntad de cumplir la Ley de Prudencia y Transparencia en su versión con sanciones; (2) el mayor peso que tendrá la inversión pública dentro del total del presupuesto, ojalá que esto no venga con un SNIP light; y (3) el compromiso de no aprobar nuevas exoneraciones, es decir, la de Puno fue la última. Aunque esto último parece que se está diluyendo.

Entre los aspectos negativos figuran: (1) las exoneraciones tributarias lejos de haberse reducido han aumentado y sobrepasan el 2% del PBI. Es decir, recaudamos 14.1% pero regalamos 2%; (2) el Ministro no quiere romper la tradición de que cualquier impuesto temporal es en realidad permanente, para muestra se quedan el ITF, el punto extra del IGV y el ITAN, ¿en qué momento la palabra empeñada del Estado valdrá algo? ¿por qué tenemos otra vez déficit fiscal si el ITF iba a ampliar la base tributaria? ¿o es que hemos gastado ingresos que no debimos?; (3) el Congreso redujo sueldos, gastos operativos y asesores pero su presupuesto será mayor que el de este año, ¿alguien puede explicar esto?.

La discusión más de fondo -que la empezó el ministro Carranza- sobre la forma como encaramos el ejercicio de armar un presupuesto se ha postergado. El señaló que su objetivo era cambiar la forma como se elabora el presupuesto público. Por algo ya se empezó pues hace unos días recibimos un pedido para analizar como se puede implementar el presupuesto por resultados en el Perú. Esto es algo fundamental. El SNIP de alguna manera filtra los malos proyectos de inversión pública pero hay muchísimo gasto corriente en la forma de programas y proyectos que no pasan por el SNIP pero que tampoco tienen una evaluación previa y ex post que permita saber si esos fondos deberían volver a asignarse al año siguiente.

Un segundo tema de fondo es el permanente uso de créditos suplementarios. Un funcionario de la Dirección de Presupuesto de Chile me decía que ellos no tenían ningún crédito suplementario. Crédito suplementario es una forma elegante de decir plata extra que entra, plata extra que gasto. Obviamente, pedir que eso se ahorre porque en realidad son ingresos extraordinarios es como firmar nuestra carta pase al Hospital Larco Herrera.

Publicado en El Comercio, Setiembre 21, 2006

Thursday, September 14, 2006

ITF: Adictos a la plata fácil

El Ministro de Economía y su viceministro de Hacienda les toca estos meses defender el presupuesto. Entre las perlas a defender está la permanencia del Impuesto a las Transacciones Financieras. Este impuesto que nació temporal resultó ser una hierba mala que no hay quien la pode de forma definitiva. Los argumentos técnicos bajo los cuales se le dio vida fueron: (1) es un efectivo instrumento para reducir la evasión tributaria y (2) es un impuesto que recauda fácil en un momento de apremio fiscal. En esa época señalamos que si bien todo eso podía ser cierto no había que olvidarse que como cualquier impuesto tiene consecuencias no deseadas. La principal, sin duda, es reducir el tamaño del sistema financiero, pero sobre todo reducir la voluntad de participar en el sistema financiero pues este pasa a ser un instrumento de lucha contra la evasión. En este sentido, resulta por lo menos extraño que por un lado el Gobierno justifica que debe existir una exoneración tributaria para que los ahorristas no paguen impuesto a la renta pero a la vez el mismo Gobierno les pone un impuesto por hacer uso de esa cuenta de ahorros. ¿En qué quedamos, estamos promoviendo el mayor acceso al sistema financiero, o todo lo contrario? Lo invito a mirar su estado de cuenta y sumar lo que paga por ITF y lo que recibe por intereses. Le apuesto que usted es quien le paga al banco por tener sus ahorros guardados y no al revés.

Otra consecuencia tampoco deseada era que implicaba una penalización excesiva a aquellos sectores productivos que buscaban a través de la especialización una mayor eficiencia. Es decir, en lugar de que en una misma fábrica se produjeran los 40 insumos que se necesitaba para producir algo, lo lógico suele ser tener 40 proveedores especializados para cada insumo. Si integro todos esos procesos en la misma firma dejo de pagar ITF en cada una de las transacciones intermedias. En algunos sectores donde los márgenes comerciales son muy pequeños este efecto podría ser importante.

Los argumentos actuales para defender la permanencia del ITF ahora han abandonado lo técnico y han tomado un tono “progre”. Ahora se dice que como el TLC con los EEUU va a significar menores ingresos por menores aranceles (se olvidan a propósito el efecto de mayores importaciones en general y mayor IGV por mayor actividad económica) entonces “no les queda otra” que mantener muy a su pesar el odioso ITF. En el ínterin no hay hasta ahora ningún reporte oficial sobre lo que realmente ha logrado el ITF en términos de aumentar la base tributaria. Pero por lo visto hasta ahora parece que ningún congresista quiere aparecer como defensor de los ciudadanos que pagan impuestos. Parece que ninguno de ellos se acuerda que en la historia la institución del Congreso surgió como un mecanismo para evitar los abusos de los gobiernos que ponían los impuestos que les daba la gana para financiar sus aventuras militares. Hoy, se la gastan en otras cosas pero ningún congresista parece interesado en pedirle al gobierno que rinda cuentas de un instrumento que se creó con fines fiscalizadores y no de recaudación. Lo dije en el momento que crearon el ITF y lo vuelvo a repetir ahora: un ITF que recaude información puede tener una tasa de cero por ciento, sin ahuyentar el ahorro o promover la ineficiencia.
Quiero dejar para la próxima columna una evaluación más completa del proyecto de presupuesto que ha empezado a ser discutido en las comisiones del Congreso pero no quería dejar de señalar que a veces no se entiende que objetivo persiguen las autoridades. Aquí es claro que se necesita poner el acento sobre la verdadera labor fiscalizadora del Congreso. El Congreso (no éste, sino el anterior) votó a favor del ITF, ahora al actual le corresponde pedir cuentas sobre lo logrado y los efectos no deseados del adictivo ITF.

Publicado en El Comercio Septiembre 14, 2006

Thursday, September 07, 2006

En busca del tiempo perdido

El otro día hacía números y me di cuenta que este año, salvo que nos pase el huracán Katrina por encima o algo así, la economía peruana llegará a su mayor nivel de PBI por habitante en toda su historia. Lo repito para que me crean: en toda su historia. El record anterior era el PBI per capita de 1975. Esto representa en términos futbolísticos a poder olvidarnos de los goles de Cubillas. A partir de ahora la comparación será si nuestro PBI per capita fue mayor que el del 2006, ya no ese lejano 1975. Asi es, hemos tardado 30 años sólo para llegar al mismo nivel. Esto debe servir de recuerdo sobre el costo de seguir malas políticas.

Y es que a partir de 1975 nos caímos de bruces una y otra vez. Los desequilibrios macroeconómicos que el gobierno del Gral. Velasco generó produjeron una primera crisis en 1975. Luego algunas palabras se instalaron por largo tiempo en nuestro lenguaje cotidiano: crisis económica, paquetazo, devaluación. Los cambios de ministro de economía se hicieron cada vez más frecuentes. Los distintos gobiernos nos repitieron hasta el hartazgo la secuencia de crisis económica, paquetazo, y otra vez crisis con distinta intensidad. Y así vivimos hasta comienzos de los noventa. Nadie puede negar que los noventa marcaron un quiebre fundamental con respecto a la forma como funcionaba nuestra economía. De repente aquellos puristas que quieren tirar al tacho la constitución de 1993 deberían repensar el efecto de un quiebre institucional tan drástico. La Constitución peruana ha durado en promedio sólo 15 años. Parece que algunos de nuestros congresistas están obsesionados con no aumentar ese triste promedio que muestra nuestra incapacidad de ponernos de acuerdo en las más básicas de todas las reglas básicas.

Si uno mira un poco más lejos, el Perú había sido capaz de crecer desde comienzos del siglo XX de manera sostenida aunque con breves interrupciones de uno o dos años de crisis en medio pero solo para luego seguir creciendo. Ese crecimiento que era lo más normal para una economía en desarrollo desapareció entre 1975 y 1990. Esos quince años perdimos un enorme trecho. No sólo fue el Perú sino América Latina en su conjunto redujo sostenidamente su participación en la economía mundial mientras Asia lo aumentó. Digo esto porque no es correcto lo que algunos señalan que en esa época a todo el mundo le fue mal. Eso no es cierto, la verdad de las cosas es que sólo a Africa le fue peor que a América Latina y ambos perdieron valioso tiempo en lograr acercarnos a las economías más desarrolladas.

Esta semana recibimos la buena noticia que una de las clasificadoras de riesgo nos ponía a un solo peldaño de ser el tercer país en la región en obtener la calificación de grado de inversión. Esto es sin duda el reflejo de haber reducido nuestra deuda como porcentaje del PBI, nuestro enorme colchón de reservas internacionales. Aún falta mucho para conseguir dicho grado de inversión y sobre todo para mantenerlo. Recuerden que hasta hace unos años Uruguay también era grado de inversión y lo perdió en medio de la crisis económica argentina. Lo perdió porque no pudo diversificar sus riesgos macroeconómicos y porque era una economía demasiado dolarizada. Por eso es saludable que el MEF haya puesto en el Marco Macroeconómico que una de sus metas es llegar al 2011 con un grado de dolarización de sólo 40%. En realidad, el mayor reto es lograr crecer sin volver a tener que dilapidar 30 años para darnos cuenta que ese no era el camino del desarrollo.


Publicado en El Comercio, Setiembre 7, 2006