Thursday, October 26, 2006

El baile del dolar

Hace unos días el tipo de cambio volvió a estar “por los suelos” según los titulares de algunos diarios. Lo cierto es que el tipo de cambio nominal estuvo en los mismos niveles que en enero de 1999. Mucha gente se preocupa porque temen que el nuevo directorio del Banco Central -que esperemos hoy se complete- adopte una postura distinta a la seguida en el pasado. Si hay algo que ha distinguido a la política cambiaria peruana hasta ahora ha sido que no se ha dejado que el tipo de cambio se mueva con total libertad. El BCRP ha intervenido frecuentemente para alterar el valor del tipo de cambio. La justificación siempre es la de siempre, el Banco sólo trata de atenuar las fluctuaciones de muy corto plazo.

Si miramos al sur en Chile pasa algo parecido. El peso chileno está hoy en los mismos niveles que los registrados en 1999. Es decir, lo que hoy estamos viviendo en Perú y Chile no depende únicamente de lo que pasa en cada una de estas economías. Lo que está pasando es que ambas economías están pasando por circunstancias similares. Ambas son economías pequeñas y abiertas al resto del mundo. Ambas son economías cuyo principal producto de exportación son minerales que en los últimos han tenido un enorme y sostenido boom. Es decir, en ambas economías se registra un crecimiento de las exportaciones explicado por el rápido crecimiento de la economía mundial.

Pero ¿donde está la diferencia? Si comparamos ambas políticas cambiarias observaremos en primer lugar que el Banco Central de Chile a diferencia del nuestro no interviene en el mercado cambiario. En segundo lugar, el peso ha sido dos veces más variable que el sol. Esto está justamente explicado por la primera diferencia. ¿Cómo se entiende esto? ¿Está bien que sea así?

Lo primero es más fácil de racionalizar. El Perú es una economía dolarizada y Chile no. Esto podría servir de justificación para que nuestro Banco Central sea más cauteloso en dejar que el tipo de cambio fluctúe más libremente. Pero eso es una media verdad. En realidad el Banco Central al optar por evitar que las fluctuaciones sean muy pronunciadas está matando un mercado de coberturas que podría surgir, tal como ha surgido en Chile. Imagínense que el Estado peruano les paga a todos los peruanos con automóvil su seguro de accidentes. ¿Cuál va a ser la reacción frente a esta decisión? Para empezar, nadie va a asegurar sus autos frente a este riesgo potencial pues ya me lo dan gratis. Segundo, muchos conductores serán menos cautelosos en su manejo pues las consecuencias de sus actos las pagan otros y no él. Claramente los afectados no sólo serán el Estado quien pagará unas primas de seguro más altas, sino los demás conductores y peatones que tendrán que convivir con más locos al volante.

Aquí ha pasado algo parecido con la política cambiaria. En lugar de que las empresas que se endeuden sean las que paguen el costo de tomar el riesgo de hacerlo en dólares, el Banco Central les ha regalado ese seguro al hacer menos volátil el tipo de cambio. ¡Provecho!. A nuestro juicio el BCRP debería dejar que el mercado de coberturas se vaya desarrollando retirándose poco a poco del mercado cambiario. Hace bien el Superintendente de Banca en hacer notar que la gente que ahorra en dólares ha sufrido una pérdida de capital este último año y debería repensar si vale la pena seguir apostando por el dólar. Esto podría ser aún más obvio y efectivo si el BCRP dejara que el mercado cambiario hiciera su trabajo. ¿Se animará el próximo directorio a que dólar baile a otro ritmo?
Publicado en El Comercio, Octubre 26, 2006

Thursday, October 19, 2006

El pinche muro

Para algunos el proceso de globalización en el mundo se profundizó de manera definitiva con la caída del muro de Berlín en 1989. En menos de un mes se volverá a festejar el evento que no sólo permitió reunificar Alemania sino que además cambió el destino de millones de europeos del este. Hoy, es cada vez más cerca el sueño de una sola Europa y están cada vez más lejos las grandes diferencias entre oeste y oriente. El muro de Berlín representó la división entre el bloque soviético y el resto del mundo. Esta absurda división empobreció una gran parte de Europa que camino al ritmo del sueño soviético de crear un gran bloque socialista y por lo tanto opuesto al desarrollo basado en un esquema capitalista.

El mundo celebró emocionado dicho evento hace más de quince años y hoy quienes somos defensores de que el proceso de globalización es positivo para los peruanos no podemos sino estar consternados por la absurda decisión del presidente Bush de impulsar la construcción de un muro que separe los Estados Unidos Mexicanos y los otros Estados Unidos de más al norte. Este evento marca pone en evidencia uno de los principales problemas del proceso de globalización. Cuando uno habla de globalización típicamente está hablando que los mercados de los distintos países del planeta se comportan como si fueran un solo mercado. Es decir, yo puedo comprar un café en pleno Nueva York que en realidad está hecho con café de Oxapampa, mientras leo las noticias en internet sobre el atentado en Sri Lanka en una computadora que hicieron en Taiwán pero que compré en Lima.

Pero la globalización no sólo se limita al intercambio comercial de bienes sino también a los servicios. Es decir, podría estar haciendo cola en la agencia del novedoso Commerce Bank cerca de Wall Street para abrir una cuenta sin costos de mantenimiento o podría enviar una remesa a mi familia en Perú. Sin embargo, la globalización va mucho más allá o al menos debería ir mucho más allá pues también los mercados de capitales deberían estar interconectados. Es decir, una empresa peruana debería poder (si es que lo vale) emitir deuda en Londres y una empresa americana debería poder colocar seguros en Perú.

La pata coja del proceso de globalización es el mercado de trabajo. Los distintos mercados de trabajo de los países están muy lejos de estar integrados. Ninguno de nosotros puede tomar un avión a Estados Unidos (sea México o USA) sin que el pasaporte cuente con una visa que lo permita. Y no a todos les otorgan visa. Los distintos gobiernos han establecido numerosas restricciones en el funcionamiento de sus mercados de trabajo. La migración internacional se ha convertido en tema de constante disputa y de apuestas desesperadas como la del grupo de compatriotas que esta semana aparecieron varados en las costas de Costa Rica. Peruanos que apostaron y juntaron 8,000 dólares para emigrar ilegalmente y no consiguieron nada.

Esta semana mientras el presidente Bush aprobaba gastar más de ocho mil millones de dólares sólo en construir el muro (sin contar lo que costará la vigilancia en sí) andaba de vacaciones en Nueva York, probablemente la ciudad más emblemática de USA. Más de la mitad de la gente me habló en español, y en la función de una de las principales obras de Broadway, la actriz principal resultó ser mexicana, quien tuvo una actuación deslumbrante que el publico aplaudió de pie. Dentro mío no pude evitar pensar “pinche” muro, ya pronto otros lo derrumbarán.
Publicado en El Comercio, Octubre 19, 2006

Tuesday, October 17, 2006

Hacia un nuevo pacto social

El sábado en Barcelona el Ministro de Economía fue comentarista en un seminario que trata de definir cual es la reforma fiscal necesaria para un nuevo pacto social. Si a usted le preguntaran cual es el pacto social vigente en el Perú probablemente padecería la misma contractura muscular de la que me estoy recuperando tratando de escribir algo razonable sobre el tema.

Para empezar se podría argumentar que la sociedad peruana se puso de acuerdo luego de muchas idas y vueltas en que quien esté al mando del gobierno cobre impuestos a empresas y personas. Con dichos recursos el gobierno debería tratar de atender parcialmente algunas de las necesidades básicas (y no tan básicas) de la población. De esta manera las personas y empresas sienten que lo que pagan de impuestos se refleja en vecindarios seguros, calles transitables, hospitales confiables, colegios que eduquen, etc. Claramente poco de eso pasa.

Normalmente nuestra actitud frente a un mal servicio es cambiar de proveedor, lo hacemos cuando cambiamos de restaurante, de nido para nuestros hijos, o de empleada doméstica cuando rompe el jarrón de la abuela o raya la mesa recién comprada. Sin embargo, nuestra actitud frente a un Estado que es un mal proveedor es más bien acomodaticia y tolerante. Aunque a algunos nos gusta alzar nuestra voz de protesta, una amplia mayoría acepta resignada la mala suerte de necesitar del Estado. Por último, y si realmente estamos enojados con el servicio le escribimos a El Comercio para que alguien haga algo. Pero si las cosas realmente están tan mal los medios de comunicación tendrían más denuncias que avisos clasificados. A veces, como ciudadanos lo que nos falta es información para poder pedir lo que realmente deberíamos pedirle al gobierno.

En nuestro actual pacto social, cada cinco años hacemos hígado y luego cambiamos nuestro voto casi resignados a que el que viene tampoco va a resolver nuestros problemas, pero fieles al castigo seguiremos pagando puntuales nuestros impuestos en cada galón de combustible, en cada entrada al cine y cada fin de mes con nuestro sueldo. Pero regresemos al tema de la charla del Ministro. Hoy tenemos un conjunto de impuestos por un lado y un conjunto de decisiones de gasto por otro. Si quisieran cambiarlos se tendría que presentar un presupuesto 2007 distinto. Pero el fondo del asunto va más allá que la pelea por unos millones más aquí y unos menos allá hoy o mañana. La pelea de fondo está en que los impuestos que ponemos tienen consecuencias en el crecimiento de largo plazo de la economía. Hay algunos que nos hacen menos competitivos, menos formales. Asimismo, hay exoneraciones para algunos pero no para otros y siempre deberíamos preguntarnos si ese sol vale la pena gastarlo en esa exoneración o de repente es mejor ahorrarlo o reducir nuestra abultada deuda.

Sería interesante saber quienes son los que se prefiere atender o dejar desatendido O si quieren verlo desde la otra cara de la medalla. ¿Quiénes son los que terminan recibiendo los impuestos que pagamos? Lo lógico sería que el gasto público funcione como un mecanismo que busque igualar oportunidades para las mayorías que tienen menos. Lo complicado del asunto es que la receta no pasa por subir los impuestos y tener más para gastar. De esa manera, nuestra estructura tributaria se hace menos atractiva a las inversiones y por lo tanto a futuras fuentes de generación de riqueza. Hace mucho que no somos una isla sino que somos parte de la economía global donde al consumidor le da lo mismo que su camisa la hayan hecho en Bangladesh, Guatemala o en el Perú si total la marca es la misma.

Publicado en El Comercio, Octubre 12, 2006

Thursday, October 05, 2006

Multas, cinturones y el SOAT

No me gusta escribir sobre accidentes de tránsito, porque la última vez que lo hice me choqué. Pero esta semana la ministra Zavala ha tomado dos decisiones importantes que no quería dejar de comentar. Primero, ha vuelto obligatorio el uso de los cinturones de seguridad para los pasajeros que van en el asiento de atrás de los automóviles. La razón de esta medida es reducir el número de fatalidades y lesiones que ocurren producto de los más de 75 mil accidentes de tránsito que el Perú tiene al año. Más de tres mil personas mueren por esta razón. La multa por no tenerlo debería servir como incentivo para que aquellos autos que no los tengan de fábrica los coloquen pronto.

Esto me lleva a la segunda medida dictada por la ministra: una combinación de multas más bajas pero penalidades más severas para los reincidentes. La motivación de esta medida es doble. Por un lado, la ministra reconoce que los montos previos de las multas eran excesivamente altas y llevaban a que el policía tuviera en sus manos un gran arma de negociación con el infractor que no era precisamente su revólver de reglamento. Por otro lado, la intención es que la multa no sea lo importante sino el comportamiento reiterado del conductor. Tal como sucede en otros países el conductor tiene una cantidad de faltas que puede cometer pasadas las cuales se pierde la licencia de conducir por un tiempo o de manera permanente.

Si ambas medidas fueran acatadas con prontitud y entusiasmo por las personas sin duda que lo que deberíamos observar es que las tarifas del SOAT disminuyan. La razón es simple, los pasajeros estarán tomando mayores prevenciones que antes y eso debería reducir el monto gastado en atender las lesiones producto de los choques así como las indemnizaciones a los fallecidos en accidentes de tránsito. Del mismo modo, las multas pasarían a cumplir el verdadero rol de hacer que el conductor tenga una actitud distinta cuando está al volante de su automóvil. El conductor debe entender que no sólo su vida sino la de muchos más que sus pasajeros está en riesgo cada vez que enciende su automóvil y por lo tanto debería manejar evitando accidentes y no evitando obstáculos en un juego de video.

Pero el problema es que una cosa es el contenido de la norma y otra la implementación y aplicación de la misma. Ya han empezado a aparecer cinturones de seguridad que no cumplirían con los estándares y eso fuerza a que la policía también deba revisar no sólo si el vehículo cuenta con ese dispositivo sino también la calidad del mismo. Por el lado de las multas, sus menores costos deberían reflejarse en la estadística como un aumento en el número de papeletas impuestas. Este número puede ser interpretado de dos formas. Una es que como ahora es más barato los conductores manejarán peor. Y una versión alternativa es que como son más baratas no habrá tanta “negociación” entre infractor y policía y por lo tanto la gente estará dispuesta a recibir una papeleta por su conducta indebida. Espero que si vemos ese aumento de papeletas la razón sea esta última.

Una ultima reflexión. Los estudios muestran que en un choque a velocidad el pasajero del asiento posterior golpeará al de adelante con un peso equivalente al de un elefante. ¿Tiene usted la cabeza tan dura como para soportar eso? No creo. Empecemos obligando a nuestros hijos a ponerse el cinturón, renegarán y harán una que otra pataleta, pero después para ellos será una sana costumbre.

Publicado en El Comercio, Octubre 5, 2006