Thursday, May 18, 2006

Neblina de segunda vuelta

La semana antepasada regresé por segunda vez en el mes en el vuelo de Miami a Lima. La primera vez me tocó esperar sentado cinco horas encima del avión en Chiclayo, igual que nosotros habían varios aviones en la misma situación. La razón no era otra que la espesa neblina que cubría nuestro aeropuerto limeño sumada a la inexistencia de un mejor radar de aproximación. El avión que debió aterrizar a las 5 de la mañana termino aterrizando después de las diez de la mañana.

La semana pasada la situación se repitió. Otra vez regresando de Miami el avión se acercó a pocos metros de la pista del Jorge Chávez pero debido a la densa neblina el piloto levanto la nariz del avión y con el susto en el estomago emprendimos viaje a Chiclayo. En medio del vuelo el piloto nos anunció que iríamos a Guayaquil pero en el camino otra vez cambió el destino a Chiclayo. Aterrizamos en la capital de la amistad a medianoche y pasadas las tres de la mañana pudimos dormir en alguno de los hoteles de la ciudad. El problema esta vez era que habían 5 aviones de vuelos internacionales antes que nosotros, cuyos pasajeros debían pasar por migraciones y sólo dos agentes de migraciones para ponernos el sello respectivo en el pasaporte. En una operación tipo rescate un bus nos fue llevando de a pocos y esquivando aviones estacionados en la pista de aterrizaje a la sala de espera. Obviamente la sala de espera del aeropuerto no alcanzaba ni siquiera para los 300 pasajeros de nuestro vuelo.

Por regulaciones de los sindicatos de los pilotos el vuelo sólo podría salir luego de que el capitán descansara 18 horas. Eso nos puso en lista de despegue a las 11 de la noche del día siguiente. Obviamente, por ley de Murphy, nuevamente el piloto tuvo que mandarnos de vuelta a los distintos hoteles pues la neblina hacia imposible aterrizar en Lima. La siguiente convocatoria fue para las 11 de la mañana del día siguiente. Para estas horas, los pasajeros ya nos conocíamos más que por los nombres por la ropa que llevábamos puesta encima. Esta vez llegamos a Lima a salvo luego de sólo 40 horas de retraso.

En medio de toda la confusión las historias de conexiones perdidas, vueltas a hacer y vueltas a perder eran interminables. Muchos optaron por aprovechar el inconveniente y varios de nosotros asumimos nuestro rol de guías/promotores turísticos y sugerimos a más de un extranjero que visitaran el espectacular Museo de las Tumbas Reales de Sipan, que compren King Kong y que se animen a probar un cebiche con chifles. Curiosamente mientras los hoteles en Lima, Cuzco, Madre de Dios perdían clientes, no había una sola cama disponible en Chiclayo. Mientras los taxistas de Lima se regresaban a sus casas tras el anuncio del cierre del aeropuerto por neblina, los taxistas chiclayanos daban la décima vuelta aeropuerto-hotel-aeropuerto en su Tico.

Entre tanto alboroto pensé en lo fácil que nos resulta adaptarnos a la realidad cuando no hay otra cosa más que aceptar que las cosas son como son y es todo lo que hay. Por un momento recordé a los candidatos en campaña y se me pararon los pelos de punta de lo fácil que le resulta a mucha gente aceptar que tendrá que decidir su voto entre Alan y Humala en medio de la neblina de propuestas.

Publicado en El Comercio, Mayo 18, 2006

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