Thursday, November 10, 2005

El activo y el pasivo de Fujimori

El inesperado retorno de Fujimori sin duda ha removido la hasta ahora aburrida contienda electoral. Me resulta sin embargo difícil de aceptar que una buena porción de la población añore a Fujimori porque, como dicen algunos, a los peruanos no les molesta vivir bajo un régimen autoritario. Es cierto que cuando uno mira la última encuesta del Latinobarómetro Perú es el país donde la gente está más indiferente entre tener un régimen democrático y uno autoritario. Pero creo que hay una falacia detrás de estos términos. Creo que la gente lo que extraña es tener un capitán de barco, una sensación de que alguien conduce.
Es cierto que el principal punto débil de la gestión de Toledo no es la corrupción o políticas erradas, o incluso la ausencia de reformas. Creo que la diferencia más fuerte con respecto a sus predecesores ha sido tener tan poca capacidad de liderazgo, de hacer sentir que el estaba al mando. Es cierto que no hemos tenido un conflicto bélico con algún país vecino, o no hemos tenido que librar una batalla contra el terrorismo, o luchar contra la hiperinflación. Es decir, no ha habido grandes batallas que pelear. Al menos no aquellas en las que es fácil que todos estén de tu lado.
Quizás la principal batalla para Toledo haya sido el combate contra la corrupción. Sin embargo, ha sido una guerra larga, tediosa por ratos, sin grandes victorias y en la que muchas veces los enemigos se han literalmente fugado. El resto de batallas han sido más bien casi domésticas. Un presidente luchando contra su propio partido para que no pasen leyes inadecuadas, luchando contra sus propios aliados, o contra sus propios errores.
Pero quisiera resaltar un tema de singular importancia. Fujimori se ganó la imagen de ser un buen líder bajo un escenario que difícilmente se repetirá el 2006. Lo más probable es que el nuevo presidente vuelva a tener como lo tuvo Toledo un Congreso fragmentado sin mayorías claras y por lo tanto obligado a negociar alianzas, obligado a buscar consensos. Fujimori sólo gobernó así durante 1990-1992, hasta antes del autogolpe. El cual se produjo por el grado de conflicto entre el Congreso y un presidente que no estaba dispuesto a gobernar en un escenario como el que volveremos a tener el próximo año. Fujimori no supo gobernar bajo un escenario en el cual el no tuviera un Congreso a sus pies. Recordemos el triste papel de muchos que actuaban bajo el mandato de un beeper que coordinaba los consensos de la entonces bancada oficialista.
Haciendo un balance apresurado es cierto que Fujimori dejó en la memoria de los peruanos una imagen de ser líder, de ser conductor. Es cierto que los noventa fueron años en que se necesitó tener alguien al mando. Es más, creo que el Perú necesita tener alguien que de la sensación de liderazgo pues la tarea por delante no es sencilla. Sin embargo, dicho líder también deberá saber gobernar bajo el difícil ambiente de un Congreso fragmentado, con partidos a veces más interesados en cualquier otra cosa que en ayudar a gobernar.

Publicado en El Comercio Noviembre 10, 2005

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